domingo, 20 de abril de 2008

Miedos III

Ya no tengo sueño y ni así deseo dejar la cama, ¿a qué me levanto?, ¿para qué?
Llevo más de un mes así, no recuerdo la última vez que me bañé y mucho menos cuándo me miré al espejo. Siento como se endurecen las lagañas, el sabor amargo en mi boca, las ganas de quedarme así para siempre.
Alguien arroja mis cobijas al suelo, abre la ventana permitiendo circular aire fresco y luz, me coloca debajo de la regadera así, con mi pijama encostrada y abre la llave del agua, comienzo a temblar, el agua es fría; se desprenden las lagañas de mi rostro, el agua se entibia y el vapor va llenando el baño. A ese Alguien no le gusta verme así, me arranca las ropas empapadas y me coloca shampoo, me enjabona y una vez anjuagado el cabello me arroja una toalla limpia (pensé que ya no había de esas en mi departamento), me mira y le agradezco mientras cepillo mis dientes y esa amargura desaparece; al final de cuentas es ella por la única que vale la pena vivir. Le sonrío agradecida, esperando no volver a decepcionar a mi reflejo en el espejo.

miércoles, 16 de abril de 2008

Miedos II

Atanacio creció en el campo, en su choza de piso de tierra apisonada, los bichos y culebras andan de un lado para el otro; poco a poco los hijos dejaron la ranchería para irse al otro lado. De eso hace más de treinta y ocho años.
Durante ese tiempo la ciudad se fue acercando a la ranchería hasta tragársela completa. Atanacio siguió con su chocita de piso de tierra apisonada, pero el mayor de sus hijos le mandó a hacer una casita de mampostería y material en el mismo terreno, el otro de sus hijos mandó a los del gobierno para cercar el predio y llevarle luz; otro le compró muebles nuevos, pero Atanacio jamás dejó su petate. Un día como cualquier otro, el último hijo llegó con un aparato, Atanacio nomás vió que el muchacho entraba con una caja; el hijo menor lo puso en la recámara de su papá, lo conectó y lo encendió para darle una sorpresa a su viejo, pero no le dijo nada.
Cuando la visita se fué, Atanacio entró a su recámara y escuchó que alguien hablaba, pero sabía que estaba solo, eran muchas personas dentro de su recámara, y algunas gritaban otras cantaban, a cada rato hacían música pero no veía a nadie. Temeroso, decidió cerrar la puerta, pero seguía oyendo el relajo.
Esa noche y las siguientes, Atanacio durmió muerto de miedo en la sala, extrañándo su petate.

lunes, 14 de abril de 2008

Miedos I

Josuá, el claustrofóbico salió de su última consulta con su Psicólogo, estuvo a punto de dirigirse a las escaleras pero oprimió el botón. El ascensor abrió sus puertas; Josuá tragó saliva, inhaló profundamente y entró. El temor comenzó a descender junto con él.

domingo, 13 de abril de 2008

El vecino

Ya lo vi, ahí esta sentado frente a la ventana, ha de esperar a que me desvista y me ponga el camisón para verme; pinche viejo depravado, como sabe que soy sola. Ojala no me haya visto, desde hace horas lo ando cachando para ver en que momento me fisgonea.
Vi como llegó en su coche, como subió a su recámara, encendió la luz, puso una de sus películas pornográficas y como comenzó a hacerse de cosas, y yo con la angustia de que en cualquier momento ese depravado me espíe. Bajó sin calzones a la cocina, porque lo vi regresar a su recámara con un vaso de leche, seguía viendo sus cochinadas, y yo asustada porque en cualquier momento se levanta y comienza a mirar por la ventana.
¡Qué bárbaro! ya se le paró de nuevo y ahí anda, duro y dale, ya ni la hace, dos al hilo, y la película no es ni nueva, es la que tenía desde el miércoles pasado, la de las güeras desabridas y ese negrote, de seguro en cualquier descuido se asoma.
Aquí tengo su recibo de teléfono que encontré en la puerta de su departamento, pero le tengo que decir sus verdades; ya está sonando el teléfono y contesta con su cosota en la mano, no reconoce mi voz y le digo que es un pinche viejo marrano, pregunta que quién es; cuelgo. Se rasca la cabeza y una nalga, se vuelve a sentar cerca de la ventana, y sigue con su cosa en la mano.
Estoy asustada, ahora sí me va a comenzar a espiar; se levanta, viene hacia la ventana y corre las cortinas, apaga la luz.
Pinche viejo pervertido, tendré cuidado, de seguro mañana me espía de nuevo.