viernes, 8 de agosto de 2008

Yo, la Radio (Intermedio de Novelas)

Nunca me he sentido menospreciada, al contrario; sé que soy una presencia importante para muchas personas, ¿qué sería de tantos lugares sin mi? Sé que llego a ser molesta, pues a veces mi voz es muy alta o lo que digo no resulta del agrado de todo mundo. Vaya usted a saber que me he vuelto omnipresente; sé que suena pretencioso de mi parte, pero quiero que se imagine la vida sin mí.

Tantas gentes me dan por hecho, que el día que no llego a estar, simplemente no pueden entender ese vacío que les provoca mi silencio; claro, me doy cuenta de tantos que solamente me usan como compañía de su soledad, esperando incluso a ser entretenidos por mi, mientras hacen las más diversas tareas. Como esa mujer que mientras esperaba a su clientela en un cuartito de azotea, me hacía cantar música tropical, pero una vez que llegaba un cliente a que le leyera la fortuna, prendía inciensos, anafres y velas; mientras yo tenía que cambiar de esa alegría a un silencio total; pero eso sí, yo también me encaprichaba y por distintos medios electrónicos hacía que mi voz sonara tan fuerte como minutos antes, espantándola a ella y a la desafortunada clientela que en más de una ocasión huía despavorida.

Estas pequeñas travesuras, al final de cuentas sin mayores consecuencias no son nada comparado al drama que llego a presenciar día con día. Esto me recuerda a aquel taxista que mientras me hacía segunda con una canción de José José, se le subieron al taxi, lo amagaron y asaltaron, yo seguía cantando, sé que suena insensible de mi parte, pero no puedo enmudecer de la nada; cuando los señores ladrones se llevaron el dinero del día, seguía yo con la canción; el taxista, con lágrimas de coraje y dolor, chorreando sangre, pues le acomodaron un cachazo; suspiró muy fuerte y cantó a todo pulmón la última estrofa “Pero pocos sabemos amar”. Como esa, hay muchas anécdotas, al estar en todos lados uno se entera de cada cosa…

Mi vida, ha sido de lo mejor, he conocido Locutores, Músicos, Escritores, Jefes de Estado, Cantantes, Actores y Actrices, he informado, sobre catástrofes y logros, he llevado en mi voz la poesía, las tardes de toros, los partidos de football, anuncio productos; digo lo que sucede en Tombuctú o en el Brasil y he enterado a la gente de expropiaciones petroleras o que nuestro país entró en guerra con los enemigos del Eje; he lanzado proclamas patrióticas y discursos deslucidos ante los hechos. No esta de más decir, que he sido medio de educación, que hasta las comunidades más apartadas que vivían tranquilas en sus sierras o cañadas, ahora se saben parte de una gran nación.

Que alegría despertar a los niños con canciones de Cri Cri, o a los más grandecitos, a manera de diablura, angustiarlos con “la hora del observatorio”, a aquellos que mientras van al trabajo les ofrezco las noticias fresquecitas y a muchas mamás acompañarlas en su duro trajín mediante consejos de belleza, algunos chismecitos de sus artistas favoritos e incluso a las más aventadas dictarles una deliciosa receta para que a la hora de la comida, sorprendan a sus queridos familiares. Gritar en voz en cuello el número mayor de la lotería y hacer felices a tantas gentes. Mi trabajo hace soñar, permite hacer tantas cosas mientras estoy cantando, informando, chismeando, asustando, conmoviendo, dándole sonidos a la vida.

¿A cuántos amantes he hecho bailar, con ritmos, canciones y melodías; a cuántos desconsolados en rincones detrás de una botella de cerveza o de tequila les he hecho llorar de rabia, a cuántos enamorados les he hecho suspirar y recordar ojos, labios, perfumes y el nombre de la persona amada con solo mi voz? Estoy por todas partes: oficinas, hoteles, escuelas, talleres, microbuses, coches, cocinas, patios, asilos, hospitales, cuarteles, plazas, cafés, cantinas, restaurantes, fondas, mercados, etcétera. Me siento orgullosa de lo que hago. ¡A mi edad y dando tanto de qué hablar, de qué escuchar!

Es verdad, de pocas cosas me avergüenzo, pues cuando ese sentimiento hace su aparición, simplemente me doy cuenta que soy un medio; si supieran la de mentiras que he llegado a decir, y si no han sido mentiras como tales, a veces por la mala interpretación que se les da a los acontecimientos terminan por desvirtuar lo que digo. No en pocas ocasiones me he vestido de rojo y he difundido ideas radicales, llamando a la revolución; otras tantas vestida de otro color, me proclamo a favor de la vida y de la familia. Mi papel en esta sociedad y está mal que yo lo diga, ya no es de simple estatus o adorno, soy una presencia fuerte, con miles de voces, con miles de oídos pendientes de mi, de lo que hago, de lo que digo.

Sé que a partir de mi, el progreso se ha medido en avances tecnológicos, Televisión, teléfono, internet, etcétera. Pero dense cuenta, al final, no importando el lugar, la hora, el momento, ahí estoy, lista para acompañarlos, lista para que en un “clic” diga lo que tengo que decir a cualquiera que quiera escuchar.