sábado, 27 de diciembre de 2014

Ayuda mutua

Al verla supe que había esperado toda una vida por ella, su mirada tierna y segura de si misma, su aplomo y natural belleza simplemente arrancaron un profundo suspiro.


Deseaba saber el costo de la suite, estaría un par de meses en la Ciudad y un amigo colombiano me había recomendado ampliamente el hostal cerca del centro de esa enorme Ciudad llamada México.

El lugar me pareció cómodo y el precio razonable. Ella me pareció simplemente hermosa. Muy amablemente me mostró el lugar, me dio las recomendaciones y me dijo que estaría un par de días más en la Ciudad. 

Tenía que actuar rápido sin que pareciera ansioso de estar con ella. Sentí que ambos nos reconocimos, de otra vida, de otra época. Sonreía y todo al rededor se iluminaba.

No dejé de admirarla y durante la noche repasé mentalmente sus delicadas formas de mujer, su sonrisa llegaba a mi a cada parpadeo, su cadera al subir las escaleras y unas delineadas piernas cubiertas por su pantalón negro.

Inquieto mordía las cobijas y busqué en mi celular su número, vi que no era tan tarde y le envié un mensaje deseándole buenas noches. No recibí ninguna respuesta. Traté de dormir, con mi deseo por ella palpitando debajo de las sábanas.

Al día siguiente mi celular tenía una llamada perdida de su número. Marqué y con voz somnolienta me respondió del otro lado de la línea. 
Enmudecí  y tratando de dominar mi nerviosismo le pedí verla. Preocupada me preguntó si estaba bien y si había algo malo en la suite.
Le dije que todo estaba bien, pero necesitaba verla para hacerle un par de consultas sobre la Ciudad. Más relajada me dijo que iría en un par de horas. Fueron las más largas de mi vida.

Llegó puntual y hermosa, con un suéter de angora y una falda ejecutiva; el hostal estaba vacío, escuché a mis vecinos salir y dejé de escuchar ruidos cotidianos.
Traté de parecer calmado pero sentía que mi excitación era notoria.

Ella me miró extrañada pero muy amable me preguntó qué dudas tenía, me ofreció un café y pasamos al comedor. Su aroma me excitaba aún más. No prestaba atención mas que a sus movimientos, su boca, la curva de sus senos bajo el suéter, me movía inquieto deseándola mas que a nada en el mundo.

Después del café me pidió que la acompañara a comprar unas llaves para el fregadero, no tenía que pedírmelo dos veces, me contó un poco más de ella, de sus hijos y su situación sentimental, yo no dejaba de pensar en la blancura de su cuello la sinceridad de su sonrisa.

Al regresar al hostal me pidió que le ayudara a medir las llaves, subimos y ella delante de mi me ofrecía una vista maravillosa de sus piernas y sus nalgas firmes y redondas, no podía ocultar mi emoción.

Llegamos a un pequeño pero iluminado cuarto de baño, yo había hablado muy poco pero a ella no parecía importarle, me entregó las llaves y se agachó delante de mi para desenroscar las otras piezas, no resistí más.

Tiré las llaves y la sujeté con fuerza de su cadera con ambas manos, pegué mi cuerpo al suyo y escuché un suave gemido de sorpresa, comencé a acariciar sus nalgas y sin soltarla incliné mi cuerpo sobre el de ella, acerqué mi boca a su blanco cuello y escuché como trataba de pedirme que me detuviera sin demasiada convicción.

Me acerqué a su boca y la besé, nos besamos y se volteó encarándome y abrazándome, mis manos no dejaron de acariciar sus nalgas y levantar su falda, su respiración agitada y un murmullo dulce. Te reconozco, te he visto antes, no sé en donde o cuando. Sus palabras se interrumpían con mis besos, levanté por completo su falda y con cuidado comencé a bajar sus bragas empapadas, sus manos acariciaban mi cabeza y me acercó a su sexo.

Mi lengua se alargó hasta tocarla, lamí despacio y sus manos me acariciaban con más fuerza, la humedad y el calor de su piel y de su sexo, me pedía que no parara, mi lengua la recorre despacio sin prisas. Mi miembro a punto de estallar.

Me levanté y sus manos buscaron mi cinturón y los botones de mi pantalón, mi virilidad lista y sus manos me acariciaron despacio, el aroma de nuestro deseo me hacía palpitar, sin mayores preámbulos la penetré furiosamente, embistiendo, besando mordiendo su cuello y sus carnosos labios, mis manos tratando de tocarla toda. Busqué sus senos levantándole el suéter, ella gemía y susurraba en mi oído, me ofreció sus senos y comencé a devorarlos, sus pezones erectos en mi boca su boca en mi frente.

El primer orgasmo lo alcanzamos juntos, mi semilla caliente escurriendo en sus blancas y torneadas piernas, mi sexo enrojecido y pulsante, nuestras bocas temblorosas y sonrientes.
Nos besamos tres veces más nos miramos y volvimos en sí.

 La puerta del hostal comenzó a escucharse, en un par de segundos nos volvimos a acomodar la ropa, ella con una sonrisa traviesa en los labios me pidió con la mirada que la siguiera, mas tranquilos bajamos nuevamente al comedor y nos sentamos frente a frente, la puerta se abrió y una pareja joven la saludó.

Me dijo que las llaves tendrían que colocarse mañana mismo, si no era problema que la ayudara como hoy. Por supuesto respondí que sí, que estaba a sus órdenes. Los muchachos se despidieron después de beber un vaso de agua y entraron a su habitación. Ambos movimos los labios y nos dimos las gracias mutuamente. Temblé al verla a los ojos y saber que pensaba y recordaba quienes éramos, quienes somos y quienes seremos.

viernes, 19 de diciembre de 2014

¿Feliz año nuevo?

Una palabra para definirme en estos momentos "Furioso". Las Erinias susurran en mi oído, me indican que la mejor manera de vengarme es olvidar, poner tierra de por medio y odiar cada instante vivido.

Mi mandíbula trabada, mi mirada torva y en el asiento de atrás de mi carro un par de bolsas negras de basura con toda mi ropa, vuelvo a salir como basurero, llevando mis pertenencias en esas oscuras bolsas que también han llegado a esconder cadáveres.

Manejo por una avenida solitaria, las luces roji-azules de las esporádicas patrullas me deslumbran y se reflejan en una solitaria lágrima que corre por mi rostro. Me orillo y me detengo un momento, bajo del auto y siento la náusea amarga de la bilis a punto de salir, las arcadas, el coraje, el dolor.

Trato de repasar los últimos cincuenta minutos de mi vida, trato de ordenarlos, volver para aprender de ese sendero ahora tan devastador. Recuerdo su mirada llena de coraje, de tristeza, de sentimiento. Nadie puede olvidar el rostro de una mujer ultrajada, aunque ese ultraje haya sido autoinflingido.

Antes de las explicaciones, brindamos, y su rostro molesto no me molestó en lo absoluto, sonreí brindé y bebí contento, su molestia se volvía pesada, una niebla terrible en la sala/comedor, todavía había familia disfrutando de los primeros momentos del año recién llegado, 1 de enero. Picaba las sobras de la cena y mis sonrisas no tenían cabida en sus ojos. Brindamos y por primera vez no me sostuvo la mirada. Empecé a preocuparme.

Las despedidas de rigor, los abrazos y todos los buenos deseos, ignoro si mi sentencia se dio esa misma noche durante la cena o si fue un simple impulso. La abracé y me rechazó, pensé que quería jugar el juego de rudeza que a ambos nos excitaba, pero sus palabras no podían estar más alejadas del deseo. Inició el interrogatorio, ¿Por qué la hora? ¿Por qué hasta ahorita? ¿Por qué? ¿Por qué?

Respondí tranquilo, brindé con mi mejor amigo, una, dos copas, ni más ni menos. Cené en casa, con mi familia y ya estoy aquí, contigo porque es aquí en donde quiero estar. Enfureció, los reclamos, y la sangre agolpándose en mi rostro, ella argumentó mi falta de interés por ella, por su familia, por sus cosas; me reclamaba hablando entre dientes, con los puños crispados, los labios temblorosos y los ojos hundidos.

Le repetí que ya estaba ahí, que no importaba, que estaba ahí, que había alcanzado a saludar a su familia, pero que deseaba estar con ella, la sujeté por los hombros y la besé apresuradamente en los labios, su ira se desató y su puño se impactó en mi boca. Desconcertado, enojado y profundamente triste, dejé de hablar, ella retrocedió un par de pasos asustada, habrá visto en mi rostro la marca de la bestia. Salí de la habitación y de la bodega debajo de la escalera tomé el par de bolsas de basura.

Al regresar abrí el ropero, comencé a sacar mis cosas, colocarlas sobre la cama, ella destrozando nuestras fotos, nuestros recuerdos, me sentí muy desdichado, humillado, mudo por completo. Lárgate ya, murmuraba, abandóname, lárgate, vete, vete, vete. Tronó sus dedos una, dos, diez veces.

Traté de terminar la faena lo antes posible, ella salió de la recámara y empezó a fumar, lloraba callada, la miré fijamente a los ojos, los míos a punto del llanto, no había nada en su mirada, veía hacia adentro, hacia su interior, me volví invisible y así invisible saqué mis cosas.

Me limpio con el dorso de la manga, escupo y trato de controlarme, subo de nuevo al carro, el amanecer se vislumbra a lo lejos en tonos rojos, manejo de nuevo y abro la ventanilla, el aire helado de ese primer día del año, el recuerdo que me seguirá y las tantas opciones de las que ambos nos  pudimos aferrar.

Con el gusto amargo de la bilis las Erinias siguen murmurando en mi oído. Me preguntan en qué momento todo acabó, si fue esa noche, meses atrás, o si en realidad nunca hubo nada. No les respondo, ellas se ceban en mi dolor y coraje, no encuentro respuestas, no deseo saberlas.

martes, 16 de diciembre de 2014

¿Por qué no me buscó?


Tengo que ser fuerte, me lo he repetido hasta el cansancio, acepto y redefino las consecuencias de mis actos, no vale la pena llorar sobre la leche derramada, quien te quiera hará todo para estar contigo ¿Y lo mereces? No sé ni qué es lo que quiero, feliz no era aunque a veces pensé que sí, siento que sí lo fui ¿y ahora? Definitivamente no es lo mismo que hace un par de años. Los sentimientos son distintos, las sensaciones diferentes, los sabores, los roces, los acercamientos. Nada es como era.

Me puse a prueba, me convencí de ser y de hacer, tomé riesgos, jamás pensé en estar y aparece él sin que yo lo esperara, sin imaginar que pudiese enamorarme así y menos a mi edad o pensé que mi edad sería un factor me dejé llevar, me convertí para él en dama, en puta en su todo y en su nada. Hoy me siento abandonada a pesar de estar con alguien más. Tenía tanto miedo de estar sola y ahora así me siento, tal vez desde que estaba con él, tal vez desde antes y él solamente fue un mero accidente.

¿En qué momento sucedió? ¿Cuándo dejó de ser mi mayor fantasía? ¿En qué momento lo comencé a odiar tanto? ¿Por qué me sigue doliendo?

No me debe de importar y me importa, deseo sonreír y no puedo, no deseo siquiera saber nada de él de su vida. Y sé, lo presiento, me incomoda recordarlo, encontrarlo en la calle aunque no sea él, compararlo con quien estoy, con quien estuve. Fingir este orgullo que tengo que mantener, jamás volver a ser débil, jamás volver a llorar por un hombre y admitir que he llorado.

Trato de entender que quiero dejar de sentir y hacer como ellos, como él. Deseo darle vuelta a la hoja, dejar atrás el sufrimiento, dejar de llorar por lo que me hizo, por lo que hice, por lo que dejamos de hacer, por lo que permití, por lo que exigí y deje hacer. Y él tan campante, tan seguro de sí mismo, tan odioso y soberbio.

Todavía recuerdo el primer día en que discutimos y la deliciosa reconciliación, la segunda vez que discutimos y la tierna reconciliación, la tercera vez que discutimos y la falta de reconciliación, la última vez que discutimos y su espalda, su cabeza moviéndose negativamente, sus pasos firmes siempre, sus puños que me aterraban tanto y el espacio entre nosotros cada vez más profundo, más lejano.

Tantos cambios, ya no soy una jovencita, estos bochornos, esta sensación de vulnerabilidad de lucha contra todos, la lágrima a flor de piel, un enojo constante, las palpitaciones, la excitación, el asco, los cambios de humor, el sudor, el desear decirle lo que siento y detenida en seco porque él no lo merece, o creo que él no lo merece o porque veo que a él no le importa; enmudezco.

¿Por qué no regresó? ¿Por qué no volvió si tenía la llave de mi departamento, de mi corazón, de mi misma? ¿No valgo la pena? Claro que la valgo, por eso ahora no estoy sola, estoy con un hombre, pero yo no me siento, aunque así yo lo desee, su mujer. ¿Por qué no lo busqué yo?

lunes, 15 de diciembre de 2014

Un tipo duro le llora al amor.

Solamente me siento deshidratado, enojado y celoso, pienso en ella, sin proponérmelo idealizo a la mujer que me sacó de su vida de la manera más violenta y grosera que pude imaginar. Todavía resuenan en mi mente sus últimas palabras "Poco hombre" y al mismo tiempo, con una mezcla de soportable humillación admito que extraño los paseos a su lado, su cuerpo, su boca.

Ayer la vi sin querer, acompañada por otro hombre, no sé si fue mi amor propio o un verdadero caso de celos, un dolor agudo me hirió en la boca del estómago, en seguida sentía como mi corazón se partía en dos o en tres pedacitos, ella sonreía con esa sonrisa que creí siempre reservada solamente a mí, simplemente no toleré más, di media vuelta y caminé tres cuadras tratando de sacudirme los deseos homicidas de mi cabeza.

¿Cuánto ha pasado? ¿Tres meses, seis, un año? Los hombres somos extraños, como género en particular, sentimos que somos invencibles, incomparables, insustituibles. Durante meses traté de evitarla y a la vez sabía que algún día tendría que confrontarla, sabía que ambos nos habíamos herido, aunque yo no sabía cuáles habían sido mis ofensas, siento, la recuerdo, la he soñado y jamás me atreví a buscarla después de la última discusión. Así pasó el tiempo, sin vernos, hasta ayer.

Hoy me parece encontrarla en todos lados, acompañada del mismo tipo, no la abraza, no la toca y sin embargo me hierve la sangre al verlos juntos. ¿Qué me duele en realidad? ¿Por qué recuerdo lo bueno, lo bonito lo sexual de nuestra relación? Acaso no es suficiente el saber que ya no quería estar conmigo, entender tardíamente que hizo todo lo posible para alejarme y a la vez presiento que lo hacía precisamente para que hiciera lo contrario, no lo sé, simplemente cada vez que los veo tengo unas infinitas ganas de hacer daño, a ella, a él o a mí.

Hoy sigo con sed, trato de evitarla y sin desearlo la vuelvo a encontrar, la veo triste, por fin viene sola y deseo acercarme, la saludo y no me ve o finge no hacerlo, me deja con la palabra en la boca. Mis puños se cierran ferozmente, mis nudillos crujen, estoy enojado, sediento y enojado, doy media vuelta para seguirla y algo en mi me dice que ya no, que no tiene caso, que la deje en paz y la deje vivir.

Pasaron dos semanas, ya no la encuentro casualmente, ahora la busco sin que me vea, empecé a espiarla, la sigo viendo igual de triste, es momento de devolverle la llave de su departamento, pero se la dejaré cuando ella no esté, quisiera dejarle una carta, explicarle cuánto he sentido su ausencia, su presencia, nuestras noches, y empiezo a recordar las discusiones sin sentido, su falta de sentido del humor y como poco a poco dejamos de buscarnos, me regresa esa ira sorda y me encamino hacia su departamento.

Al abrir la puerta lo primero que noté fue el olor, huele diferente, ya no huele a hogar, huele a pino, antes solamente olía a manzanas con canela, entro a la recámara y noto que la cama tiene otra colcha, no la había visto. Sobre el buró está un marco con una foto rota por la mitad, de la última cena de año nuevo en que estuvimos juntos, en el closet solamente está su ropa y el hueco que dejó la mía, y un par de jeans que no son míos, son de hombre, pero están cortitos, pequeños, los desgarro con manos y dientes. Busco más indicios, en su cajón hay una caja de condones y no son de nuestra marca.

Me acuesto sobre la cama, huele a ella, su almohada manchada de maquillaje, yo odiaba esa almohada, ahora la acerco a mi rostro y aspiro el aroma guardado en ella, su shampoo, sus cremas su perfume personal y único, no el aroma maquillado. Una erección comienza a abultar mis pantalones, estoy llorando, gruño y bufo enfurecido. Siento que la cabeza me va a estallar.

Entro al baño y destapo su shampoo lo huelo y veo otro shampoo, uno anticaspa, ella nunca usaba de esos, supongo que es del otro, lo vacío en el inodoro, sonrío como un maniático, Hay un rastrillo masculino y un cepillo de dientes azul, el enojo disminuye mi erección y decido orinarlos, los dejo en su lugar, tomo nuevamente la almohada de ella, la huelo y comienzo a masturbarme ferozmente recordando las primeras noches, la primera tarde, la primera mañana que estuvimos juntos, sus senos acunados en sus manos, su mirada, su sonrisa coqueta, la mueca de satisfacción y gozo total, 1, 3, 6 veces. Terminé sobre la colcha nueva, en mi mente deseo demostrarme que no soy un poco hombre, que sepa ella que es la causa de mi deseo y mi locura, que sienta cómo la odio con todo mi amor.

Escucho ruidos en el cubo de la escalera, me sobresalto. Las pisadas siguen al piso de arriba, una sensación de náusea me invade, entro en la cocina y veo un par de cervezas oscuras, a ella le gustan claras, las bebo una tras otra, dejo las botellas  tiradas sobre el sofá, eructo sonoramente como nunca lo hice y antes de salir del departamento arrojo la solitaria llave sobre la mesa del comedor, miro la pequeña llave color cobre, y en un impulso la vuelvo a tomar.

Ya en la calle me prometo jamás volver. La sensación de ira no desaparece y siento como un par de lágrimas enormes escurren de mis ojos, la gente me mira como a un loco, un loco que trae cargando una almohada sucia de maquillaje y sujetando firmemente un marco con una fotografía rota por la mitad en la cual una mujer sonríe con todo su ser.

martes, 25 de noviembre de 2014

¿No nos hemos visto antes?

Las grandes pasiones empiezan igual que los grandes odios, la primera vez que ves a otra persona y te ves en ella.

Cuando nos vimos por primera vez, muy pocas cosas quedaron ocultas, no teníamos la intención de estar juntos, tal vez ambos pensamos en una aventura pasajera, algo que a ambos nos representara como actores de una comedia romántica, sin mayores antecedentes, sin preámbulos nos abrazamos y percibimos el aroma del deseo.

El beso fue tan repentino como ansiado, pero completamente inesperado, mis manos en tu espalda y tu cuello cada vez más cerca de mis labios. Esas primeras caricias y la inevitable sensación de excitación, el temor a romper el momento, la naciente necesidad de tocar, de ver, de escuchar y a la vez perderte por completo ante tantas sensaciones.

Te ofrecí mi brazo y extrañada no supieste cómo tomarlo, entrelazamos nuestros brazos y caminamos juntos por primera vez, platicamos, nos escuchamos y percibimos que ambos compartíamos esa creciente emoción, sin detenernos a pensar que esa pasión sería tan destructiva unos meses más tarde. 

No nos importó en ese momento detenernos a pensar en lo que sucedería durante la cotidiana convivencia, los miedos que fueron apareciendo detrás de las propias inseguridades, no comprendimos que esa pasión enorme que nos hacía gemir de placer, nos encontraría una noche cuanquiera sollozando de dolor.

Seguimos, nos arriesgamos y ambos perdimos. Ahora cada uno por su lado, pensando en que ese primer encuentro nunca sucedió. Cada uno en un andén diferente en la misma estación del metro, nos miramos por una milésima de segundo, nos acordamos que fue mejor no habernos conocido, el convoy naranja interrumpe esa mirada, se detiene y llega el otro tren, titubeante pensé en quedarme en el andén, en el último momento subí para darme cuenta que te habías quedado parada en el mismo lugar.

Nuevamente arrepentido por no haberme quedado, por no haber ido a buscarte, lloré. 

lunes, 10 de noviembre de 2014

"Solo tan nosotros"

El nerviosismo y la excitación comparten el mismo espacio, el aroma de las velas que él se empeña en encender bajo la mirada tierna de ella, la botella de vino sin descorchar en la mesa, la falta de copas y de un sacacorchos, la cama invitándolos a ambos.

Un suspiro al unísono, la torpeza del primer encuentro, las palabras atoradas detrás de la emoción de la cercanía, segundos de observación y la eminencia del porqué coincidir en este lugar. Pensando en fracciones de segundos en el siguiente paso, darle vida a las fantasías, abrirse paso entre el humo del incienso hasta tocar el cuerpo deseado.

Ambos se evalúan, se observan, Ella siente la piel erizarse bajo su blusa, Él nota su excitación al tener su perfume, su mirada. ¿Qué se hace en estos casos? Ella se había desnudado tantas veces para él y enviado tantas imágenes, pero se sentía insegura de sí misma, de su belleza de mujer casada y mamá de una nena.

Él siempre tan solitario, deseando devorarla de inmediato, arrancarle la ropa y acariciar la piel desnuda, tantas veces imaginada, al mismo tiempo contenido, deseando no tener que dar el primer paso. Recordó el beso en la recepción del hotel y la reacción de ambos, se comenzó a acercar despacio, cazando, evaluando cada una de las posibilidades.

Ella esperando su movimiento, gritando con la mirada el deseo de ser besada nuevamente, la humedad y el calor recorriéndola en olas suaves, se acercó un par de pasos hacia él, hacia la cama. Cerró los ojos en el instante en que sintió las manos de él sobre su talle, atrayéndola despacio y firme, sin abrir los ojos comenzó a sentir los labios húmedos de su nuevo amante.

Ambos aspiraron el aroma de sus cuerpos, la ropa comenzó a caer despacio, expuestos, imperfectos y deseados ambos; el sabor de los besos, menta con cereza  y yerbabuena, la lengua tocando las comisuras de ambos juegos labios; se recorren sin prisas, se contienen ambos entre sus brazos y se acercan despacio a la cama, sonríen. Las manos sujetando el cuello o la espalda, las nalgas o muslos, el sudor condensándose entre esos cuerpos.

No hay nada que decir, sin embargo se murmuran sus nombres ficticios cerca del oído, mientras siguen lamiendo, besando, aspirando el perfume de su desnudez y la combinación de la transpiración de ambos. Se acarician, las uñas recorren hombros, brazos, piernas, rozan sin arañar, sin lastimar, anudados ahora sobre la cama, los dos tensan y relajan sus cuerpos a cada toque, a cada beso incompleto que va de la boca al cuello o a los ojos.

La respiración se acelera despacio, las palabras dulces y suaves son reemplazadas por palabras de una sola sílaba, la pasión comienza a rebasar los límites del cuerpo, en dos segundos de cordura Él la protege con una suave armadura transparente, la humedad lo invita a finalmente invadirla por completo.

Ambos cuerpos se tensan y empujan hacia el otro, resbalan, tocan, siguen los besos y un largo gemido acompaña la primera embestida, los brazos de Él a los lados del cuerpo de ella, los músculos tensos, la espalda amenazante, las miradas brillantes y emocionadas sincronizadas a la segunda embestida, el sabor de un nuevo beso, de los labios trémulos a la caricia, el arco dibujado en el cuerpo femenino y nuevos aromas almizclados y dulces, la tercera embestida, los ojos en los ojos, el cuerpo dentro del cuerpo.

Los movimientos rítmicos, el vacío en el vientre y la sensación cada vez más placentera, no hay ninguna otra sensación que aquella llevada en la mirada cómplice, las sonrisas, los gemidos, el sonido que juega un nuevo papel en los labios de Ella, miles de palabras monosilábicas, bufidos y gruñidos masculinos.


Ambos cuerpos se preparan para estallar, se miran, no dejan de mirarse, comprobando que estos instantes de realidad se convierten en algo muy superior a lo imaginado, se sacian de besos y desean más, Ella vibra y deja escapar dos, tres veces esos gritos corpóreos, En ese último estremecimiento Él se vacía en medio de un grito gutural, Ella recibe la sensación incompleta del líquido simiente. Se abrazan, lloran y se besan, ambos son uno por primera vez en la noche. 

miércoles, 5 de noviembre de 2014

"Nosotros tan solo"


En realidad todo inició como un juego para mí, un coqueteo que fue subiendo de tono hasta que comenzó a convertirse en una especie de droga. Nunca me imaginé llegar a sentirme contenta al platicar contigo y darte gusto al mostrar mi cuerpo. Sé lo que tengo y lo que produce en los hombres y a veces eso me ha metido en algunos problemas. No importa.

Cuando empezamos a mensajearnos me pareció interesante cómo te expresabas, me gustó leerte y picaste mi curiosidad, me reservé algunas opiniones y decidí que sería interesante seguirte la corriente; todos los hombres son iguales, se prenden con nada, nosotras somos más complejas que eso, aun así me imaginaba tus reacciones y por pura maldad te daba más cuerda, sin saber que este jueguito "inocente" me comenzaba a gustar.

Esa noche que me mandaste esa foto especial, todo cambió y creo que para bien, comencé a sentir mucha más confianza contigo que incluso con mi pareja, tal vez porque precisamente no convivíamos, porque para ti soy, citando tus palabras, una especie de diosa del sexo y aunque me gusta y siento, no soy para nada algo así, aunque me gusta jugar a que sí.

Lo más raro de todo este asunto, es que además de cómoda, me siento admirada y contenta. La convivencia se convierte en rutina y aunque amo a mi pareja, comencé a sentir una necesidad de conocerte, saber y averiguar si en realidad existía algo más que la atracción, cuando me propusiste vernos en persona todo esto pasó en segundos,  no te miento, me gusta lo que me mandas, pero por eso marqué para escucharte y descubrí algo en tu voz, calidez, deseo y eso me encendió por completo y no me limité, solamente disfruté y deseé que esa experiencia no fuera pasajera ni única.

Esa semana fue caótica para mí, tenía que encontrar un pretexto para dejar encargada a mi nena, para decirle a mi pareja que tenía que salir sin que él me quisiera acompañar, pensé en miles de pretextos, pero la fortuna o el diablo o mis ángeles guardianes lo resolvieron, él tendría un viaje de trabajo de una semana y saldría el miércoles en la noche, llegaría hasta el lunes siguiente. Por muy raro que suene no me sentía culpable, tal vez de buscar quién me cuidara a la nena, mi hermana no iba a poder y si se la llevaba a sus abuelos me preguntarían qué haría o por qué tenía que dejar a la niña.

Cuando me llamaste de la terminal pensé que no lo iba a lograr, pero mi vecina Tita me resolvió cuidar a mi hija en la casa, pero yo no me había arreglado. me iba a tardar, necesitaba depilarme las piernas, peinarme de menos, me quería poner uñas y necesitaba un día de 32 horas para todos los pendientes que tenía que hacer, en cuanto me dirigí a la puerta de la casa mi nena empezó a llorar y me ensució el vestido que me había puesto, me tuve que llevar un  cambio para vestirme en la estética después de la depilada, pero mejor me bañé de nuevo y me rasuré las piernas, me choca depilarme porque las piernas se me ponen coloradas en partes, de todas maneras no salí ilesa, con las prisas me corté un poco más abajo de la rodilla.

Ya vestida de nuevo escogí unos tacones que me encantaban pero me molían los pies, pensé que se verían lindos para esta ocasión tan especial, mientras me ponía agua oxigenada en la cortadita me descubrí que algunas partes no estaban bien rasuradas, me quise morir y fui por la maquinilla de nuevo, ahora sin incidentes. Me terminé de vestir y aunque me habías dicho que te encantaban las medias, sentí que no estaría bien salir así a la sala, las guardé en mi bolsa. Me perfumé con mi perfume favorito y coloqué un algodoncito con perfume en mi escote como me enseñó mi mamá.

Al verme al espejo y ver en medio de mis senos mi tatuaje, me sentí contenta, no soy la mujer más flaca del mundo, pero al verme con ese vestido y con mi cabello húmedo no pude más que sonreírme con esa sonrisa pícara que dices que tengo, ya había pasado una hora desde que me llamaste y todavía tenía que ir a la estética a ponerme uñas. Me siento emocionada, apurada y con muchas ganas de verte.

Recibí el primero de 45 mensajes recién me salía de mi cuarto, mi vecina jugaba con mi niña y las tuve que sobornar para que me dejaran salir. Cuando me subí al carro escuché un ruido que no había escuchado antes y de pronto se apagó recibí tus mensajes 24, 25 y 26 con ganas de llorar, por un momento sentí que el destino me estaba diciendo que no fuera a la cita, volví a arrancar el carro y alcancé a llegar a la estética. Ya le había dicho a Tony que tenía prisa y aunque tenía a dos quinceañeras esperando para que las arreglara, como soy cliente me dio preferencia. Me consintió y mientras me peinaba Tony una niña nueva me comenzó a poner las uñas, mi cel no dejaba de sonar, con los mensajes y en cuanto pude vi que tenía 15 mensajes tuyos sin leer. Desesperadito.

Tony me peinó en tiempo record, la niña nueva me tuvo que poner dos veces una uña y ya estaba desesperada, tanto o más que las quinceañeras. Cuando iba a pagar y al sacar mi monedero se cayó una de las medias, me quise morir de la pena, Tony me miró pícaramente. Finalmente salí de la estética, en el inter llegaron el resto de tus mensajes. De plano el carro ya no quiso arrancar y detuve un taxi, me sirvió para terminarme de maquillar, le di la indicación al taxista que no dejaba de ver mi escote por el retrovisor y en dos ocasiones casi choca. Suspiré hondo y terminé de pintarme los ojos.

llegué tardísimo, por lo regular no suelo ser impuntual, pero ni cómo hacerle, subí las escaleras y le pregunté al muchacho de la recepción si podía subir, me barrió el desgraciado y pensó quien sabe qué cosas, cuando sentí como me abrazabas por detrás, sentí un susto y el baboso de la recepción se rió, pero al sentir tu mano por primera vez en mi vientre, me estremeció, giré para verte y me miré en tus ojos, una humedad y un calorcito deliciosos me comenzaron a recorrer toda, sin más me besaste en los labios, me dejé llevar, después de todo este tiempo imaginándome cómo serían tus besos no me decepcionaste, me gustó sentirte tan cerca de mí, tus brazos rodeándome tocándome.


Comenzamos a caminar hacia la habitación, me ofreciste el brazo y enseguida me abrazaste por la cintura, no dijimos una sola palabra o no me acuerdo, no importa, me sentí protegida, deseada, querida, un poco perversa y otro poco malvada.

jueves, 30 de octubre de 2014

"Tan solo nosotros"

Nuestro encuentro fue completamente fortuito, sin esperar nada tal vez por eso hemos continuado juntos, porque jamás tuvimos expectativas el uno en el otro; bueno al principio he de confesar que sí tenía muchas expectativas, te imaginaba una especie de diosa del sexo, una ninfómana descarriada que trataba de saciar sus ganas y por eso me habías dado entrada.

Te imaginé con un corsé de cuero negro, botas altas de tacón y nada más. Había visto tus fotos, algunas muy sugerentes y ese exótico tatuaje en medio de tus senos, llamaste mi atención de inmediato con tu mirada, tu boca y ese revelador escote. Decidí iniciar una charla casual, tal vez empezar por el clima o la inseguridad de nuestro país pero después y meditándolo mejor, decidí que lo mejor era tratar de conocerte aunque no acostumbro intimar demasiado con las personas que conozco en las redes sociales, solamente me involucro de manera profesional, pero hay algo en ti que hace en mi cuerpo una reacción en cadena y solamente al mirar tus imágenes.

Sin nada que perder inicié una plática aparentemente desinteresada, eres reservada y eso me encantó, poco a poco nos comenzamos a conocer, yo tratando de controlar mis ganas y deseando que esas mismas ganas las compartieras conmigo; supimos un poco de la vida de cada uno, deseaba ser especial para ti, que lo que me cuentas sea exclusivo para mi conocimiento, para que te de una opinión o un consejo, lo que te he compartido así ha sido, solamente tú lo sabes.

Todos los días despierto ansioso y reviso mis mensajes, con suerte aparecen algunas palabras tuyas y con más suerte aún alguna foto. Tal vez esa mañana empezó verdaderamente todo; después de ver tu imagen mostrándome un poco más que tu generoso escote y apenas una sonrisa de labios carnosos sobre tus senos, mi reacción fue inmediata y en todo el día no pude concentrarme en mi trabajo, medité toda la tarde si debería de corresponder a tu regalo y llegando a casa me tomé una foto y sin pensarlo más la envié. Pasaron unos minutos y respondiste con una carita feliz, un dulce calor se apoderó de mí ser.

Son extrañas y deliciosas todas y cada una de esas sensaciones algunas de latente excitación solamente al leerte, otras cada vez que compartimos imágenes electrónicas; hasta aquella madrugada que me armé de valor y te propuse vernos en persona, marcaste de inmediato y por primera vez te escuché, tu voz me sedujo, aunque todo lo que hasta ese momento habíamos compartido pasó a un segundo plano cuando me dijiste que aceptabas el encuentro. Mí pasión volvió a crecer y te envié la prueba de ello, una imagen solamente para ti.

Una semana después preparaba mi mochila con un cambio de ropa, media docena de velas con aroma, unas cuantas varitas de incienso y una botella de vino tinto. En cuanto salí de la oficina me dirigí a la terminal de autobuses y compré el boleto hacia tu ciudad, acordamos que en cuanto llegara te llamaría para decirte en dónde me iba a hospedar, así lo hice apenas llegando, te marqué y me dijiste que tenías que arreglar un par de cosas, dejar encargada a tu hija y que en una hora y media a más tardar estarías conmigo.

Esperé ansioso, encendí la televisión para que me hiciera compañía, traté de imaginarte de cuerpo entero y no en fragmentos electrónicos, traté de hacerme una idea de tus verdaderas dimensiones, de tu aroma y del sabor de tus labios. Pasó  una hora y después una hora más, eran cerca de las nueve de la noche y no contestaste a ninguno de los 45 mensajes que te mandé dándote el nombre del hotel, el número de habitación y demás detalles, diciéndote 45 veces que estaba ansioso de verte. Esperé media hora más y ya moría de hambre, apagué las velas que había encendido media hora antes y bajé al lobby.

Le pregunté al encargado si había un restaurante típico cerca de ahí y me dio indicaciones para llegar al más cercano, me dijo que saliendo encontraría una cenaduría y que preguntara por doña Cata. Salí un poco malhumorado y muy preocupado por tu tardanza. Apenas saliendo del hotel un taxi verde se detuvo a entrada, bajaste bastante agitada en cuanto terminaste de pagar, te reconocí de inmediato pero no me viste, pasaste a mi lado haciendo sonar tus tacones, te ves hermosa, tu perfume quedó en el aire y olvidé lo hambriento que estaba, el malhumor y la preocupación que me embargaba.

Me acerqué a ti mientras le preguntabas al empleado por mí habitación; todavía invisible para ti te pude admirar a mi antojo, contemplé tus caderas, tus piernas torneadas por los tacones, tu cabello debajo del hombro recién peinado y alaciado de salón, comprendí el porqué de tu tardanza, eres tan alta como yo con los tacones, me gustaste más de lo que ya me gustabas; por fin escuchaba tu voz sin filtros, sentía tu aroma, tu cuerpo tan cerca.

Con cuidado desde atrás de ti sujeté tu cintura y emitiste un pequeño grito ante la mirada divertida del encargado; volteaste sorprendida, nuestros ojos se miraron por primera vez, te abracé con todas mis fuerzas después de admirarte de frente, tu discreto escote y la belleza exótica de ese tatuaje. Nos quedamos mudos unos instantes y sin decir nada más nos apretamos el uno contra el otro acercando nuestros labios para fundirnos en un delicioso y apasionado beso, el primero de la noche.


Después de ese primer beso, al tenerte sujeta de la cintura y al caminar hacia la habitación dejo de narrar esta historia, porque una vez que crucemos el umbral, podremos narrarla juntos.

miércoles, 29 de octubre de 2014

Mexicalia III


El sistema de canales navegables en la Ciudad Capital Administrativa del Imperio Mexicano se rehabilitó después de 1915, una vez que los connatos de revueltas sociales fueron hábilmente controlados por el Primer Ministro José de la Cruz P. Díaz Mori. En parte como medida estratégica, pues una ciudad rodeada de agua y con solamente cuatro calzadas para acceder al centro se volvía casi invulnerable a los ataques terrestres. Además de lograr con esa construcción de canales artificiales legarle a la Ciudad, además del tan conocido epíteto de “Ciudad de los palacios”, el nombre de “La Venecia bajo los volcanes”. Sin duda se trata de una maravilla de ingeniería hidráulica sin precedentes.

Los canales han cambiado desde entonces, actualmente descuidados y llenos de basura, repletos de vendedores navegantes en chalupas, las trajineras de la ruta 2 tratan de ganarse el pasaje poniendo en peligro a propios y extraños, las pocas trajineras particulares atoradas en ese cruce de canales que a la hora del almuerzo se ponen imposibles, hacen del viaje algo un poco menos que funesto. El Alcalde de la Ciudad ha iniciado una campaña de ordenamiento civil, además del saneamiento y dragado de canales; un trabajo de drenaje cerrado que impida que los desechos sanitarios terminen en los canales o en los lagos de agua dulce

Los niños comienzan a salir de sus escuelas y los atracaderos están a reventar, la mayoría utilizan las características trajineras amarillas, los oficinistas se desplazan a la hora del almuerzo, los canales siempre transitados, algunos paralelos a las calzadas, o rodeando a los innumerables jardines flotantes a las hermosas mansiones adaptadas como restaurantes o edificios de apartamentos; cientos de chalupas, o pesadas trajineras llegan a los mercados y centros comerciales descargando sus productos, en algunas zonas de la ciudad se juntan trajineras amarradas para crear enormes mercados flotantes, la vista desde los bellos edificios de despachos o desde los departamentos construidos en cantera rosa o tezontle muestra una serie de líneas brillantes creando una cuadrícula mágica y única en el mundo.

Cayendo la tarde un grupo de Zancudos hacen malabares en medio del canal esquivando a los gendarmes y a otros artistas canaleros, abundan tragafuegos y niños vestidos de payasitos nalgones con máscaras del Primer Ministro del Imperio. Los oficinistas comienzan a salir de sus centros de trabajo y se dirigen a la pulquería más cercana, algunos otros al billar o a los teatros de variedad. Las líneas de tranvías que recoren por tierra la ciudad complementa la red acuática.

La vida cotidiana en la Ciudad es pintoresca, la noche recibe a los paseantes en trajineras de fiesta, puedes beber cerveza, vino o pulque, algunas ofrecen antojitos o cenas completas; algunas implementan tours musicalizando el paseo con marimba, con mariachis y otras, las que ofrecen una experiencia romántica son amenizadas por tríos. Las trajineras han incorporado a sus talentos a grupos andinos o trovadores cubanos, las veladoras en las proas de estos humildes y prácticos transportes le dan un toque irreal, todas las noches se disfrutan y muchos trasnochadores terminan en la plaza de Garibaldi o en los famosísimos caldos de Indianilla, cerca de la terminal de tranvías.


Dejando de lado el mal olor y la basura de algunos canales, los esfuerzos gubernamentales para hacer de la Ciudad de México la Joya de la corona imperial va ganando adeptos; la ciudadanía empieza a tomar conciencia ensucia cada vez menos, desea regresar el esplendor a esos canales en los que sus abuelos navegaron y describieron tantos poetas y novelistas, finalmente es en beneficio de todos.

lunes, 20 de octubre de 2014

Viaje a Geadanimus

Para Neborah no todas las cosas a las que hacían referencia le eran totalmente desconocidas, comprendía el idioma, de hecho comprendía más de 17,554 formas de lenguaje y comunicación, incluso lo que en este planeta le llaman “telepatía”, obviamente era más fácil comprender la imagen mental de algún objeto o su aplicación, dentro del contexto. Lo que no terminaba de comprender era cómo lograban los humanos decir algo, pensar en otra cosa y sentir de diferentes maneras y todo al mismo tiempo.
Recordó su primer viaje a Geadanimus, su primera transformación en humana, la mayoría de los humanos la encontraban sumamente atractiva y al parecer al tenerla cerca la mayoría pensaba en aparearse con ella, de acuerdo a la primitiva forma de hacerlo de los humanos, resultaba extraño y a la vez divertido el escuchar la conversación y descubrir todas las imágenes mentales que iban creando en su presencia.

Los humanos le divertían mucho, eran tan caóticos y complejos como cualquier habitante de HIyyatta, con la diferencia que los humanos no devoraban tu alma. Cada vez que Neborah viajaba al planeta Geadanimus, o mejor conocido como Tierra, pasaba tres o cuatro ciclos temporales, cambiando de cuerpo y género, lo que no era difícil, pues en su planeta natal son energía pura y la energía no tiene género alguno.

Había decidido que en este viaje a Geadanimus solamente usaría un cuerpo femenino y estudiaría todos los comportamientos humanos, ya le habían advertido que ese tipo de investigación, puede resultar muy desgastante y en algunos casos hasta peligrosa. A Neborah no le importó realmente, quería adentrarse en el cuerpo como nunca antes lo había experimentado, uno de sus relativos (familiares), lo había hecho en quince ocasiones es tantos planetas diferentes y le dijo que no tuviera miedo, que su esencia era tan poderosa que estaría a salvo.

Se concentró y el cuerpo se estremeció, una delicada y frágil forma humana contenía su ser de energía pura, decidió que el mejor era usar un cuerpo que los humanos contemplaran como algo normal y no llamase mucho la atención. Hizo mentalmente una imagen, de lo que considera un cuerpo promedio, cabello largo y oscuro, ojos cafés, un metro sesenta de estatura, y una edad aproximada de treinta años terrestres, salió del callejón donde había aterrizado, caminó tranquila hacia la calle, al voltear a la izquierda sonrió al ver su imagen reflejada en una enorme vidriera, siguió el rumbo tratándose de acostumbrar a su cuerpo.

La gente volteaba a verla extrañada, las mujeres tapaban los ojos de sus acompañantes y de sus niños, algunos muchachos comenzaron a gritarle cosas, Neborah muy segura de sí misma siguió caminando sin prisas sonriendo al sentir la calidez del sol sobre su piel, la brisa que hacía que su larga cabellera se moviera libremente. Minutos después la alcanzaron un par de policías femeniles. Quienes sin mediar palabra le colocaron una chamarra encima, y la metieron dentro de una patrulla. Neborah, en su emoción de estrenar un cuerpo humano cometió un error de principiante, olvidó vestirse.

lunes, 13 de octubre de 2014

Mexicalia II

La brigada de Súper Policías, descendía de sus vehículos descubiertos, continúan el patrullaje a pie, los niños los rodean fascinados, los saludan, las capas ondeando a cada paso, sus botas brillantes, sus torsos desnudos luciendo impresionantes musculaturas, las máscaras azul marino y azul cobalto que cubren sus rostros, el resto del uniforme lo componen unas mallas reforzadas con rodilleras, existen dos tipos de máscaras, las primeras completas en las cuales solamente se asoman los ojos, la nariz y los labios del elemento policiaco, siendo estás las preferidas por los policías veteranos, las máscaras de los novatos con abertura en el mentón. Las nanas y las mamás suspiran por lo bajo al verlos, los hombres los miran con admiración y un poco de envidia.

Su imagen inspira respeto y emoción. Cada máscara aperentemente es idéntica una de la otra salvo por el número de placa de cada elemento, la delincuencia ha descendido considerablemente desde que se creó esta brigada policiaca, los ciudadanos se sienten más seguros y el turismo ha regresado a la ciudad, además de haber disminuído considerablemente los casos de vampirismo y licantropía.

En cuanto al combate de la delincuencia, este grupo especial de la policía capitalina ha desarrollado en base a la lucha libre mexicana una serie de movimientos de defensa personal y de sometimiento, son expertos en lucha al ras del pavimento e incluso se han reportado casos en los que los Súper Policías han hecho lances mortales desde buzones, bancas o botes de basura. La técnica más utilizada es "El sometimiento policial" una llave consistente en una palanca al brazo combinada  manita de puerco. dolorosa pero que no deja secuelas graves.

Cada pareja de Súper Policías Detectives (el grado máximo entre los Súper Policías Operativos) cuenta con una patrulla descapotable de tipo deportivo, lo que deja las capas azules moverse libremente.

No es sencillo ingresar a la Académia Metropolitana de Lucha Policial,  los mejores luchadores del país, tanto rudos y técnicos, ofrecen sus enseñanzas a todos los aspirantes a Súper Policías, después de tus primeros seis años en gymnasium (lo que equivale a la desaparecida educación primaria), los adolescentes cubren su servicio social deportivo en los distintos Gymnasiums superiores y de ahí eligen entre una carrera deportiva profesional social, ya sea en la policía, fuerzas armadas o como entrenadores.

Desde que se inició el programa de Gymnasiums la delincuencia juvenil, las adicciones y la obesidad han disminuído sensiblemente en toda la sociedad, la filosofía de la Lucha Libre Mexicana en donde los valores familiares son retomados de manera importante, la nocion ética del bien y del mal y la salud física como refuerzo a la salud integral han logrado grandes logros sociales. El programa se ha tratado de replicar en otros paises, sin embargo nada supera el espíritu mexicano.

martes, 30 de septiembre de 2014

Mexicalia I



De tantos sabores y colores se crea un mundo mágico, en donde todos son familia, donde todo es pachanga y apapacho aunque seas Güero o Prieto, donde todos beben y son felices y hasta cuando sufren cantan. Ésta es mi Mexicalia, el lugar ideal donde la Catrina camina del brazo de Cuauhtemoc, donde un humilde indito llegó a ser Presidente de la República y la comida es barata.

Mi Mexicalia en donde los cuentos de la abuela te hablan de Chaneques, de Chamanes y Nahuales, donde te hablan de la ciudad más grande del mundo y de sus más de cien museos, de sus palacios, de su Historia heróica. Un lugar a donde la vida es lo mismo que la muerte y que si estamos jodidos es porque lo merecemos, pero en donde cualquier cabrón hace lana.

Este mundo ideal, el de los cuentos narrados en nuestros libros de Historia, en donde muchos dan por hecho que la leyenda de los volcanes es verídica, logramos combinar lo más extraño del surrealismo con una variedad infinita de colores chillones. Todos bienvenidos, pero no todos salen bien de aquí, de este lugar de sueño y pesadilla, de contrastes y divisiones, que no vemos hasta vivir aquí.

Perdámonos en un mundo en el cual los Luchadores caminan por la calle y capturan hombres lobo o vampiras, al lugar donde suena el mariachi, donde cada alimento puede enchilarte hasta hacerte volar por los aires, donde los aztecas, danzan todos los días para que el Sol salga nuevamente, donde las cantinas son para los machos y ellos usan bigote y cantan como el que más, este lugar mágico donde no existe la muerte y si existe es de a mentiritas.

martes, 12 de agosto de 2014

Mi pequeña Simón

I. 
El autoconocimiento


Cada día me es más difícil sorprenderme, voy perdiendo desde hace tiempo la confianza y la fe en la humanidad, mi capacidad de asombro solamente se ha centrado en las tantas y más diversas formas en cómo los sicarios acaban con sus víctimas, muy pocas cosas positivas me conmueven; me doy cuenta cuán mezquino me he vuelto, a cada instante me pregunto si estoy haciendo lo correcto o solamente paso el tiempo por pasarlo, hasta que el fin último me alcance. En unos días más cumpliré cuarenta años, si es que llego.

II. 
El encuentro.

Salía de una librería de viejo en el centro de la ciudad, después de haber encontrado un par de novelas de Ciencia Ficción de los años setentas, seguía obsesionado con escribir una novela, un poco más por capricho que por verdaderas ganas, esas habían pasado años atrás cuando me consideraba una promesa de la literatura internacional, un lustro después me consideraba una promesa de la literatura nacional, desde hace un par de años ya ni siquiera he pensado en creerme una promesa de nada, no sería la primera promesa que rompo. Aun así seguía con mi proyecto interminable de vida, la novela que a mi juicio revolucionaría la Ciencia Ficción de mi país, lo que me hacía justificar mi cinismo aparente aunado con esa actitud de Escritor sarcástico y atormentado que tanto le llama la atención a mujeres generosas y sobreprotectoras.

La tarde como cualquier tarde, no tenía nada de especial, ni tanto sol, ni tantas nubes, tampoco calor, una tarde para el olvido, hasta el momento en que te volví a ver. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Tres años? Cuatro a lo más, caminabas diferente, eras la misma niña, la más hermosa de la prepa, pero ya con algunos años más, definitivamente ya eras mayor de edad, no dejé de verte y yo invisible para ti, pasaste a mi lado y por un segundo pensé en seguir mi camino en sentido contrario, pero era una tarde para el olvido y quise cambiar eso, por un instante volvía a tener el control de mi vida.

Por un momento me sentí como el Profesor Humbert Humbert, después de esos segundos de duda armándome de todo el valor posible caminé más deprisa hasta casi alcanzarte, observé como mi brazo cobraba vida propia y te tocaba en el hombro, de inmediato te volviste entre asustada y enojada, no me reconociste, pensé en ofrecerte una disculpa y dar media vuelta de inmediato pero algo me hizo pronunciar tu apellido y tratar de esbozar una sonrisa. Es precisamente este momento el que jamás quiero olvidar, en medio de la acera, con gente que nos rodeaba con su corriente de pasos apresurados un río interrumpido por nosotros, un breve instante y después de observar en tus ojos el evidente esfuerzo mental que correspondía a recordar mi rostro, sonreíste finalmente y pronunciaste mi primer nombre en diminutivo. En esos instantes mi corazón volvió a latir.

Con la fugacidad del encuentro, una extraña emoción de encontrarte después de no haber pensado en ti desde el día de la graduación y ocasionalmente durante esos tres años soñarte. Instintivamente me acerqué para besar tu mejilla, extendí mi mano torpemente para saludarte, quise parecer más relajado, durante ese año de dar clase en la preparatoria me hice fama de estricto e intransigente. Me sorprendió tu reacción, me abrazaste y pude percibir tu delicioso aroma debajo del dulce perfume, te devolví el abrazo pero me quedé con tu aroma, con tu sonrisa y mi nombre pronunciado por tus labios. Comenzamos a caminar en el mismo sentido, bombardeándome de preguntas, ¿Por qué no me quedé un año más en la prepa? ¿Por qué no fui a su graduación? ¿Qué hacía ahora? ¿Qué sabía de los demás maestros? ¿Por qué no nos habíamos vuelto a ver?

La tarde caía poco a poco, entramos en un café de chinos, con la sorpresa del encuentro, fui despejando tus dudas una por una, y yo comencé a preguntarte también, qué era de tu vida, y qué hacías tan lejos de tu casa, no me respondiste de inmediato. volviste a ser esa niña hermosa e ingobernable, voluntariosa y divertida, agarraste mi boina del perchero y te lo pusiste diciéndome que no me la ibas a devolver. Tomamos dos tazas de café y compartimos unos bisquets, nos acordamos de alumnos y maestros, de los chismes que siempre rondan en una escuela, extrañé esos momentos de pararme frente al grupo, te confesé mi terror diario a enfrentar a tu grupo en particular, nunca lo imaginaste siquiera, en verdad lo que me aterraba era que te dieras cuenta que verte me ponía muy nervioso, me gustabas, me sigues gustando y hoy que te veo me vuelvo a sentir cuatro años más joven, cuatro años sin autosabotearme, cuatro años para volver a ser promesa de algo, como maestro, como pareja, como novio, como amante, como escritor.

El tiempo voló, mi imaginación también. Me ofrecí a acompañarte a tu casa, aunque no era tan tarde me preocupaba que te fueras sola, pagué la cuenta y salimos al río de gente, empezamos a navegarlo en lugar de solamente unirnos a la corriente, continuaban las risas, tu risa maravillosa, y tu aroma y tu perfume. De las risas al silencio, un silencio cómodo en el que ambos nos sentimos a gusto, te ofrecí mi brazo y deslizaste el tuyo, tomé tu mano, a cada paso rejuvenecía y percibía cómo madurabas. Rompiste el silencio, me dijiste que estabas perdida, que así te sentías, que sentías que podías confiar en mi, tus ojos comenzaron a humedecerse y no dijiste nada más. Yo también me sentí así, perdido.

III.
El reconocimiento

Siempre he sido adaptado, pero no me gusta la gente, digamos que la tolero, multitudes, grupos, parejas, terminan siempre por alejarse sin saber por qué, tal vez mi propio rechazo inconsciente, pero hasta aquel encuentro contigo me di cuenta lo ajenos que somos los unos de los otros, no nos interesa crear lazos, interactuamos, llegamos a sentir afectos, pero al parecer no son lo suficientemente fuertes como para poder mantener una relación unida, al platicar contigo caí en cuenta que estuvimos juntos todo un año y jamás nos conocimos, a pesar de que ahora compartimos la sensación de estar perdidos, sin rumbo, sin muletas. Me pediste detenerme en la esquina de la calle en donde vives, insistí en llevarte a la puerta de tu casa, pero me pediste que no lo hiciera, ya no insistí aunque me bajé para abrirte la puerta, me besaste en la mejilla y en esta ocasión yo te abracé, con la intención de cubrirte con mis brazos y hacerte sentir protegida, volví a envejecer mientras me despedía de ti.

Quedamos vagamente en volver a vernos, tentativamente sería la siguiente semana el mismo día en el café de chinos, no había nada que más deseara en verdad que volver a verte, quería comenzar a conocerte, enamorarte, descubrir lo que durante ese año me fue vedado, ya eras mayor de edad como bien supuse, pero no dejas de ser una niña. Te vi alejarte, quise con toda mi alma que voltearas una última vez, lo hiciste y me regalaste una sonrisa más, agité mi mano para despedirme de ti y un vacío enorme comenzó a apoderarse de mi estómago, esa misma sensación que cuando empezaba a escribir mis cuentos en el taller de literatura, la misma sensación antes de arrojarme de una plataforma de cinco metros, la emoción de volver a ser una promesa.

Al día siguiente y los subsecuentes no dejé de pensar en ti, me imaginaba besándote, abrazándote y acariciando tus labios y tu cabello, volví a escribir, arrojé a la basura la novela que durante tantos años utilicé como caparazón, traté de evocar tu sonrisa, tu mirada al reconocerme y tu aroma, te imaginaba y escribía, escribía y te imaginaba, mis días se convirtieron en una incansable búsqueda de recuerdos, viajé cuatro años atrás en el tiempo, recordándote en las gradas acompañada de tus amigos, mi primer clase con tu grupo, las constantes faltas de tarea, pero tu curiosidad constante. Me sentía un poco perverso al pensar tanto en ti, te imaginaba rodeada de flores, de besos, ilusionándome y deseándote, ya eres una mujer hecha y derecha en busca de tu lugar en el mundo.

Durante las noches te visualizaba, rodeada de tus compañeros, traté de recordar a alguien más, pero todos los rostros eran difusos excepto el tuyo, la noche siguiente busqué el anuario y encontré tu foto, te busqué en las páginas de actividades, aparecías en casi todas, busqué mi foto y no estaba, al parecer ese día no me tomé la foto oficial y nadie tuvo la amabilidad de decirme, aunque aparecía en las fotos de la graduación y en un festival como maestro de ceremonias. Sonreí nuevamente, mirarte se convirtió en un ritual antes de dormir.

A la semana siguiente llegué más temprano de lo habitual, te había comprado flores y la mesera me miró enternecida, pasaron los minutos y las horas. No apareciste. Una dolorosa ira comenzó a inundarme, pagué mi cuenta y dejé las flores en la mesa, salí enojado a la noche, salí entrechocando mis dientes, me prometí jamás volver a verte, pero una inquietud me recorría el cuerpo, un temor profundo a no volver a encontrarte, a no volver a saber de ti. Me dirigí hasta tu calle, la recorrí de arriba abajo, pero jamás habría encontrado tu casa, estuve tentado en tocar puerta por puerta, pero no creí que sirviera de mucho. Regresé a mi casa y miré tus fotos una vez más.

IV.
La despedida.


Ya pasaron cuatro años más, no volví a saber de ti aunque todas las noches te miraba. Llegaron los teléfonos celulares y el internet, traté de encontrarte en las redes sociales y nada. Desde esa noche cuando nos volvimos a ver además de ver tus fotos en el anuario, comencé a escribir de nuevo, desde ese día a la fecha escribí tres libros, en cada uno me imagino una vida a tu lado, eres la heroína de esos relatos, vivimos aventuras, nos unimos y nos separamos y nos volvemos a encontrar, solamente en palabras, en letras que guardan tu aroma, que llevan en cada frase un poco de tu sonrisa, pero hasta ahora en ningún relato me atreví a mencionar cuánto te amo.

viernes, 2 de mayo de 2014

Conteo de viernes

Regresas, a diversos lugares, a distintas situaciones que parecen las mismas, retornas, vuelves a ver a la misma gente, ahora tan igual, descubres que sin querer te dejas hacer y en veleta te conviertes, sin rumbo, pero sin sentirte perdido.

Es ahora, la vida la que retorna a ti, has sido paciente y la recompensa es esa, regresar mejor, regresar indistintamente , regresar al regreso, tener una nueva oportunidad.

Ya no eres quien fuiste, porque siempre has sido el mismo, eres lo mejor de ti, lo mejor de tus creencias y de tus miedos esto lo supiste siempre, pero ahora no es necesaria la intervención de nadie más para que lo veas en ti.

Cambias, mutas, regresas para seguir siendo el mismo.

jueves, 3 de abril de 2014

Conteo de jueves

Sigo y ando, no puedo desandar y correr no me acercará al mañana, decido vivir para que en el trance tenga el derecho a morir. Morir al haber vivido, ya sea un minuto o toda esta vida que me recuerda que aún sin metas, que sin que sepas cómo, lo único cierto es el rastro que dehas detrás, cuando decides abandonar la brecha, cuando no te importa perderte, porque cualquier lugar es bueno cuando no tienes que llegar a un lugar determinado.

miércoles, 2 de abril de 2014

Conteo de miércoles

Cuando fui caballeroso, a nadie pareció importarle, mucho menos agradecerlo. Hoy me apatano a cada rechazo, a cada engaño propio o ajeno. Me vuelvo menos considerado, más amargo, menos abierto al engañoso contacto humano.
Palidezco al verme tan distinto ante el espejo, tan distinto de tus semejantes, tan solo.

martes, 1 de abril de 2014

Conteo de martes

Te conviertes en todo aquello que las circunstancias van presentando en tu vida. Hoy tienes opciones, pero a veces muy poco valor para elegir. Te has convertido en una especie de receptor inmutable de todo lo que la vida te va trayendo.
Impasible, desorientado, trashumante en tu propio lugar, en el sitio en el que te encuentras.
Y a veces, te descubres abrazando, temeroso de todos los placeres del sexo, disfrutando de todos los que te permites, evocando en cada encuentro la figura de un para siempre.

lunes, 31 de marzo de 2014

Conteo de lunes

Un adolescente de casi cuarenta años, desengañado y engañador de su vida. Propenso a la hipocondria, a las teorías de conspiración y a enamorarse perdidamente cada vez que puede.
Se cuestiona su propio ingenio, dejar de ser promesa y convertirse a través de puro valor en realidad. Ser lo que es, aceptarse por lo que es, amarse por lo que es, odiarse por lo que fue y seguir en esa maraña de develaciones y nuevas apetencias.
Hoy no quiere nada más, acepta que ya no tiene veinte y que sus ideas ahora son cosa de quien sabe lo suficiente y tiene la madurez de callarse, de aceptar, de observar.
Pues ha descubierto que cada vez sabe menos de todo, y lo aprendido ya no le sirve de nada.
Se queda en su propio encierro, en su propia selva, en sus propias limitaciones y pretextos, se esconde de si mismo y seguro se encuantra, crece, madura, se golpea de tanto en tanto y se deja golpear también. Y a veces responde, su furia lo convierte en lo que es, en ese ser cegado en rojo, que sabe como herir sin tocar y sin decir absolutamente nada, un témpano que a la postre se derrite enternecido y al borde de las lágrimas, que no se arrepiente y se envuelve de culpa, que no se asemeja a quien deseaba ser de niño, pero que sin dudarlo confiaría en si mismo para cuidar de él y de su vejez.
Es como todos, sueña como todos, se alegra y sufre, escucha canciones populares, populistas, se viste de rojo o de azul o de traje, o simplemente se desnuda y se exhibe alegando que el cuerpo es belleza porque acepta cada uno de los gramos de experiencia. Hoy sabe más que ayer, mañana no sabrá nada.

Con suerte nuestro personaje dejará de ser tal y se convertirá en persona.

viernes, 21 de febrero de 2014

Las calles repletas de coches, gente, de pequeños perros, osos, leones, flores andantes, frutas y hadas; los gritos de los padres al saludar a los hijos detrás de la cámara de un teléfono celular, el cielo azul, intenso despejado.
La primavera regresa nuevamente, el culto a la fecundidad que durante tantos siglos quedó prohibido, pero que en la parte más profunda del subconsciente aflora en esta época de calor, de aromas y colores.
El desfile de pequeños animales disfrazados de otros animales anima a un Dios que en varios arranques de aburrimiento ha acabado con todo lo que conocemos. sin embargo, aprovechando nuestra poca memoria y el hecho de haber sido destruídos, nos rehace una vez más en otro arranque de aburrimiento.