miércoles, 11 de junio de 2008

Lugares comunes III "Ojos"

Los ojos que dan mares, que regalan sortilegios.
Los ojos que arrebatan ríos y arrasan bosques.
Los ojos en los que me pierdo, no son ya los míos.
Son estos espejos que no devuelven tu entera imagen.
Que me llenan de tonos grises, negros, cafés y verdes, azules o violetas.
En los que en laberinto me pierdo, sin intentar encontrar entrada ni salida.
Los ojos que son tuyos, no míos, me queda claro.
Los ojos que son ciegos y que arranco de las cuencas ante el inminente incesto.
Los ojos que convierten en piedra a tu de por sí duro corazón.

domingo, 1 de junio de 2008

Miedos VI

Por fin conoceré al Maestro G.G.M. Yo, como parte del comité organizador del Primer Encuentro Literario Hispanófono de las Américas se me ha encomendado la tarea de acompañarlo al estrado. Me han dicho que su equipo de seguridad es muy voluble y que debo tener cuidado con ellos.
Compré su último libro, aprovecharé la oportunidad para pedirle un autógrafo y si es posible tomarme una foto junto con él.
Llegó puntual, dos guardaespaldas lo escoltan muy cerca, le comento que yo lo llevaré a la mesa de honor situada en el estrado. Le pido que me autografíe su último libro, el guardaespaldas de la derecha un mulato gigantesco me hace cara, pero el Maestro toma el libro y me pide una pluma, se la doy con mucho gusto, no quepo en mi de la alegría; garabatea algunas palabras mientras caminamos, me devuelve el libro y se guarda mi pluma en la bolsa interior del saco, me mira con cara de circunstancia, cierro el libro y puedo afirmar que su mirada se torna más triste. Le indico la puerta por la cual tiene que entrar; el guarura moreno me empuja y mete su mano en el chaleco, el otro no le quita los ojos de encima al Maestro.
Quince minutos más tarde concluye su discurso el cual fue simplemente maravilloso, aunque su voz se quebró en algunas partes no sentí que fuese tan emotivo; su guardia de seguridad lo saca prácticamente cargando, me quedo parado sin saber que hacer mientras los veo alejarse, salir por la puerta de atrás y subirlo a un carro negro.
Miro su libro y recuerdo que de tanta emoción no me había atrevido a leer lo que me dedicó. Abro el libro y leo con letra apretadita y muy florida "Me tienen secuestrado, ayúdame" miro incrédulo una y otra vez las letras.
Jamás se volvió a saber del Maestro G.G.M., jamás le mostré a nadie esa última dedicatoria.