martes, 25 de noviembre de 2014

¿No nos hemos visto antes?

Las grandes pasiones empiezan igual que los grandes odios, la primera vez que ves a otra persona y te ves en ella.

Cuando nos vimos por primera vez, muy pocas cosas quedaron ocultas, no teníamos la intención de estar juntos, tal vez ambos pensamos en una aventura pasajera, algo que a ambos nos representara como actores de una comedia romántica, sin mayores antecedentes, sin preámbulos nos abrazamos y percibimos el aroma del deseo.

El beso fue tan repentino como ansiado, pero completamente inesperado, mis manos en tu espalda y tu cuello cada vez más cerca de mis labios. Esas primeras caricias y la inevitable sensación de excitación, el temor a romper el momento, la naciente necesidad de tocar, de ver, de escuchar y a la vez perderte por completo ante tantas sensaciones.

Te ofrecí mi brazo y extrañada no supieste cómo tomarlo, entrelazamos nuestros brazos y caminamos juntos por primera vez, platicamos, nos escuchamos y percibimos que ambos compartíamos esa creciente emoción, sin detenernos a pensar que esa pasión sería tan destructiva unos meses más tarde. 

No nos importó en ese momento detenernos a pensar en lo que sucedería durante la cotidiana convivencia, los miedos que fueron apareciendo detrás de las propias inseguridades, no comprendimos que esa pasión enorme que nos hacía gemir de placer, nos encontraría una noche cuanquiera sollozando de dolor.

Seguimos, nos arriesgamos y ambos perdimos. Ahora cada uno por su lado, pensando en que ese primer encuentro nunca sucedió. Cada uno en un andén diferente en la misma estación del metro, nos miramos por una milésima de segundo, nos acordamos que fue mejor no habernos conocido, el convoy naranja interrumpe esa mirada, se detiene y llega el otro tren, titubeante pensé en quedarme en el andén, en el último momento subí para darme cuenta que te habías quedado parada en el mismo lugar.

Nuevamente arrepentido por no haberme quedado, por no haber ido a buscarte, lloré. 

lunes, 10 de noviembre de 2014

"Solo tan nosotros"

El nerviosismo y la excitación comparten el mismo espacio, el aroma de las velas que él se empeña en encender bajo la mirada tierna de ella, la botella de vino sin descorchar en la mesa, la falta de copas y de un sacacorchos, la cama invitándolos a ambos.

Un suspiro al unísono, la torpeza del primer encuentro, las palabras atoradas detrás de la emoción de la cercanía, segundos de observación y la eminencia del porqué coincidir en este lugar. Pensando en fracciones de segundos en el siguiente paso, darle vida a las fantasías, abrirse paso entre el humo del incienso hasta tocar el cuerpo deseado.

Ambos se evalúan, se observan, Ella siente la piel erizarse bajo su blusa, Él nota su excitación al tener su perfume, su mirada. ¿Qué se hace en estos casos? Ella se había desnudado tantas veces para él y enviado tantas imágenes, pero se sentía insegura de sí misma, de su belleza de mujer casada y mamá de una nena.

Él siempre tan solitario, deseando devorarla de inmediato, arrancarle la ropa y acariciar la piel desnuda, tantas veces imaginada, al mismo tiempo contenido, deseando no tener que dar el primer paso. Recordó el beso en la recepción del hotel y la reacción de ambos, se comenzó a acercar despacio, cazando, evaluando cada una de las posibilidades.

Ella esperando su movimiento, gritando con la mirada el deseo de ser besada nuevamente, la humedad y el calor recorriéndola en olas suaves, se acercó un par de pasos hacia él, hacia la cama. Cerró los ojos en el instante en que sintió las manos de él sobre su talle, atrayéndola despacio y firme, sin abrir los ojos comenzó a sentir los labios húmedos de su nuevo amante.

Ambos aspiraron el aroma de sus cuerpos, la ropa comenzó a caer despacio, expuestos, imperfectos y deseados ambos; el sabor de los besos, menta con cereza  y yerbabuena, la lengua tocando las comisuras de ambos juegos labios; se recorren sin prisas, se contienen ambos entre sus brazos y se acercan despacio a la cama, sonríen. Las manos sujetando el cuello o la espalda, las nalgas o muslos, el sudor condensándose entre esos cuerpos.

No hay nada que decir, sin embargo se murmuran sus nombres ficticios cerca del oído, mientras siguen lamiendo, besando, aspirando el perfume de su desnudez y la combinación de la transpiración de ambos. Se acarician, las uñas recorren hombros, brazos, piernas, rozan sin arañar, sin lastimar, anudados ahora sobre la cama, los dos tensan y relajan sus cuerpos a cada toque, a cada beso incompleto que va de la boca al cuello o a los ojos.

La respiración se acelera despacio, las palabras dulces y suaves son reemplazadas por palabras de una sola sílaba, la pasión comienza a rebasar los límites del cuerpo, en dos segundos de cordura Él la protege con una suave armadura transparente, la humedad lo invita a finalmente invadirla por completo.

Ambos cuerpos se tensan y empujan hacia el otro, resbalan, tocan, siguen los besos y un largo gemido acompaña la primera embestida, los brazos de Él a los lados del cuerpo de ella, los músculos tensos, la espalda amenazante, las miradas brillantes y emocionadas sincronizadas a la segunda embestida, el sabor de un nuevo beso, de los labios trémulos a la caricia, el arco dibujado en el cuerpo femenino y nuevos aromas almizclados y dulces, la tercera embestida, los ojos en los ojos, el cuerpo dentro del cuerpo.

Los movimientos rítmicos, el vacío en el vientre y la sensación cada vez más placentera, no hay ninguna otra sensación que aquella llevada en la mirada cómplice, las sonrisas, los gemidos, el sonido que juega un nuevo papel en los labios de Ella, miles de palabras monosilábicas, bufidos y gruñidos masculinos.


Ambos cuerpos se preparan para estallar, se miran, no dejan de mirarse, comprobando que estos instantes de realidad se convierten en algo muy superior a lo imaginado, se sacian de besos y desean más, Ella vibra y deja escapar dos, tres veces esos gritos corpóreos, En ese último estremecimiento Él se vacía en medio de un grito gutural, Ella recibe la sensación incompleta del líquido simiente. Se abrazan, lloran y se besan, ambos son uno por primera vez en la noche. 

miércoles, 5 de noviembre de 2014

"Nosotros tan solo"


En realidad todo inició como un juego para mí, un coqueteo que fue subiendo de tono hasta que comenzó a convertirse en una especie de droga. Nunca me imaginé llegar a sentirme contenta al platicar contigo y darte gusto al mostrar mi cuerpo. Sé lo que tengo y lo que produce en los hombres y a veces eso me ha metido en algunos problemas. No importa.

Cuando empezamos a mensajearnos me pareció interesante cómo te expresabas, me gustó leerte y picaste mi curiosidad, me reservé algunas opiniones y decidí que sería interesante seguirte la corriente; todos los hombres son iguales, se prenden con nada, nosotras somos más complejas que eso, aun así me imaginaba tus reacciones y por pura maldad te daba más cuerda, sin saber que este jueguito "inocente" me comenzaba a gustar.

Esa noche que me mandaste esa foto especial, todo cambió y creo que para bien, comencé a sentir mucha más confianza contigo que incluso con mi pareja, tal vez porque precisamente no convivíamos, porque para ti soy, citando tus palabras, una especie de diosa del sexo y aunque me gusta y siento, no soy para nada algo así, aunque me gusta jugar a que sí.

Lo más raro de todo este asunto, es que además de cómoda, me siento admirada y contenta. La convivencia se convierte en rutina y aunque amo a mi pareja, comencé a sentir una necesidad de conocerte, saber y averiguar si en realidad existía algo más que la atracción, cuando me propusiste vernos en persona todo esto pasó en segundos,  no te miento, me gusta lo que me mandas, pero por eso marqué para escucharte y descubrí algo en tu voz, calidez, deseo y eso me encendió por completo y no me limité, solamente disfruté y deseé que esa experiencia no fuera pasajera ni única.

Esa semana fue caótica para mí, tenía que encontrar un pretexto para dejar encargada a mi nena, para decirle a mi pareja que tenía que salir sin que él me quisiera acompañar, pensé en miles de pretextos, pero la fortuna o el diablo o mis ángeles guardianes lo resolvieron, él tendría un viaje de trabajo de una semana y saldría el miércoles en la noche, llegaría hasta el lunes siguiente. Por muy raro que suene no me sentía culpable, tal vez de buscar quién me cuidara a la nena, mi hermana no iba a poder y si se la llevaba a sus abuelos me preguntarían qué haría o por qué tenía que dejar a la niña.

Cuando me llamaste de la terminal pensé que no lo iba a lograr, pero mi vecina Tita me resolvió cuidar a mi hija en la casa, pero yo no me había arreglado. me iba a tardar, necesitaba depilarme las piernas, peinarme de menos, me quería poner uñas y necesitaba un día de 32 horas para todos los pendientes que tenía que hacer, en cuanto me dirigí a la puerta de la casa mi nena empezó a llorar y me ensució el vestido que me había puesto, me tuve que llevar un  cambio para vestirme en la estética después de la depilada, pero mejor me bañé de nuevo y me rasuré las piernas, me choca depilarme porque las piernas se me ponen coloradas en partes, de todas maneras no salí ilesa, con las prisas me corté un poco más abajo de la rodilla.

Ya vestida de nuevo escogí unos tacones que me encantaban pero me molían los pies, pensé que se verían lindos para esta ocasión tan especial, mientras me ponía agua oxigenada en la cortadita me descubrí que algunas partes no estaban bien rasuradas, me quise morir y fui por la maquinilla de nuevo, ahora sin incidentes. Me terminé de vestir y aunque me habías dicho que te encantaban las medias, sentí que no estaría bien salir así a la sala, las guardé en mi bolsa. Me perfumé con mi perfume favorito y coloqué un algodoncito con perfume en mi escote como me enseñó mi mamá.

Al verme al espejo y ver en medio de mis senos mi tatuaje, me sentí contenta, no soy la mujer más flaca del mundo, pero al verme con ese vestido y con mi cabello húmedo no pude más que sonreírme con esa sonrisa pícara que dices que tengo, ya había pasado una hora desde que me llamaste y todavía tenía que ir a la estética a ponerme uñas. Me siento emocionada, apurada y con muchas ganas de verte.

Recibí el primero de 45 mensajes recién me salía de mi cuarto, mi vecina jugaba con mi niña y las tuve que sobornar para que me dejaran salir. Cuando me subí al carro escuché un ruido que no había escuchado antes y de pronto se apagó recibí tus mensajes 24, 25 y 26 con ganas de llorar, por un momento sentí que el destino me estaba diciendo que no fuera a la cita, volví a arrancar el carro y alcancé a llegar a la estética. Ya le había dicho a Tony que tenía prisa y aunque tenía a dos quinceañeras esperando para que las arreglara, como soy cliente me dio preferencia. Me consintió y mientras me peinaba Tony una niña nueva me comenzó a poner las uñas, mi cel no dejaba de sonar, con los mensajes y en cuanto pude vi que tenía 15 mensajes tuyos sin leer. Desesperadito.

Tony me peinó en tiempo record, la niña nueva me tuvo que poner dos veces una uña y ya estaba desesperada, tanto o más que las quinceañeras. Cuando iba a pagar y al sacar mi monedero se cayó una de las medias, me quise morir de la pena, Tony me miró pícaramente. Finalmente salí de la estética, en el inter llegaron el resto de tus mensajes. De plano el carro ya no quiso arrancar y detuve un taxi, me sirvió para terminarme de maquillar, le di la indicación al taxista que no dejaba de ver mi escote por el retrovisor y en dos ocasiones casi choca. Suspiré hondo y terminé de pintarme los ojos.

llegué tardísimo, por lo regular no suelo ser impuntual, pero ni cómo hacerle, subí las escaleras y le pregunté al muchacho de la recepción si podía subir, me barrió el desgraciado y pensó quien sabe qué cosas, cuando sentí como me abrazabas por detrás, sentí un susto y el baboso de la recepción se rió, pero al sentir tu mano por primera vez en mi vientre, me estremeció, giré para verte y me miré en tus ojos, una humedad y un calorcito deliciosos me comenzaron a recorrer toda, sin más me besaste en los labios, me dejé llevar, después de todo este tiempo imaginándome cómo serían tus besos no me decepcionaste, me gustó sentirte tan cerca de mí, tus brazos rodeándome tocándome.


Comenzamos a caminar hacia la habitación, me ofreciste el brazo y enseguida me abrazaste por la cintura, no dijimos una sola palabra o no me acuerdo, no importa, me sentí protegida, deseada, querida, un poco perversa y otro poco malvada.