martes, 11 de diciembre de 2007

Palabras de madrugada

Ahora recibe mil besos no dados, mil suspiros acompañados de miel y almíbar. Mil rosas que jamás igualaran tu belleza.

Trato de contar las respiraciones que me separan de tu cuello y de tu hombro, la melodía que me encuentro en tus labios, desbordar en explosión silente mi cariño hacia ti.

Dejar de acariciarte, ¡vacío maldito de textura! provocando en movimientos diluidos en saliva y delicadísimos roces. La conmoción del destrozo cardiaco y la resurrección del latido impulsado por tus ojos.

Son palabras de madrugada, mi Cereza brillante, apetecible, dulce.

Necesito navegar en tus cálidos litorales, pasear navegantes dactilares, entre los misterios de la selva amurallada, latidos que estremecen mis sentidos.

Nada podría escribir, lo suficientemente hermoso para compararlo con esos ojos, letras que agonizan en miradas.

¡MIL CARICIAS GUARDADAS EN PALABRAS Y TODAS SÓLO PARA TI!

Palabras que elevan al más excelso anhelo, deseando cantarlas, sí, cantarlas en tu oído, en murmullos sólo inteligibles para ti.

Sonidos que transforman ambientes, sobrepasando los ronroneos, los suspiros que forman siluetas al viento.

Los labios que unen y apartan a voluntad, pero que unen más de lo que apartan, pues a pesar de estar separados, los besos se recuerdan nítidos en ellos.

En los besos dedicados, delicados, arrebatados y compartidos, que atesoran emociones que no se pueden igualar, que no se han de repetir.

Estas son mis palabras escritas de madrugada, escritas para ti mi Hermusa, escritas desde el recuerdo y la resignación.

Por: Anelí y Juan de Lobos

domingo, 9 de diciembre de 2007

Aullo porque me duele el no haber aprendido a decir NO

jueves, 6 de diciembre de 2007

La Sirena y el Lobo I

Aquella Sirena se acercó peligrosamente a la orilla del mar, se sentía atraída por la arena seca la cual jamás había visto hasta ese momento, la arena se pegaba en sus manos, en sus brazos, cubría sus senos y su vientre donde aparecían las primeras escamas iridiscentes en tonos turquesa y rosa, que adquirían bajo la luz de la luna un velo plateado.
Aquel Lobo olió algo desde la floresta, siguó su olfato hasta llegar a donde la vegetación se volvía menos tupida y finalmente desaparecía para dar paso a inmensas dunas de arena. El Lobo, cauteloso, siguió el rastro de aquel aroma nuevo, un aroma diferente; hasta ese momento, no se había detenido a aspirar el olor salino del mar, pocas veces se acercaba a la playa, pues era un lugar descubierto y en donde fácilmente podía ser blanco de algún cazador.
Pero en esta ocasión sintió la urgencia de hacerlo, salir de la protección de la selva y acercarse a las dunas que resguardaban la inmensidad del oceano.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Relámpagos amatorios VII

¿cómo pudiste amar a mi hermana y también a mi hermano?
¿cómo pudiste hacerme esto a mi?
¿cómo es posible que no tengas aún la decencia de vestirte?
¡jamás vuelvo a usar una bicicleta!