domingo, 27 de enero de 2008

La Margarita Indolente III (final)

Simplemente al sentir su aliento sobre mi, la respiración se aceleró, comencé a sudar y a implorar que me poseyera, que dejara esa tortura. Él sonreía, no dejó de hacerlo durante todo el tiempo. Escuché un zumbido familiar, y me estremecí; del sonido siguieron unas suaves caricias sobre mi monte de venus, mis labios se separaban silenciosos y mi lengua cruzaba lentamente sobre mi boca, el bálsamo tántrico permitia que ese calor aumentara, que la visión de mi cuerpo vulnerable ante mi amante y ante el espejo me arrebatara el aliento.
Sus dedos comenzaron a explorar, aquella lengua subía y bajaba por el empeine de mi pie derecho, comencé a lanzar mordidas y un grito escapó de mi garganta al sentir como finalmente deslizaba el dildo dentro de mí.
seguía sonriendo, y sus dedos jugaban con mi clítoris hinchado, que brillaba por la cristalina transparencia.
Traté de moverme inutilmente, la primera explosión de la noche se desbordó por mi sexo, derramando mi almibar por entre las piernas, comenzó a lamer mis muslos externa e internamente, continuó por mis rodillas y mis antebrazos, me dijo -¿me quiere o no me quiere? Conteniendo aún el gusto aéreo del orgasmo le contesté -¿me preguntas a mí? ¿o es que ya comenzaste a deshojarme?
-Ambas cosas mi Ama, ambas cosas.

miércoles, 23 de enero de 2008

Consejo

Ayer, mi querida Elena, seguí tu consejo. Me dejé llevar por las Musas, les permití seducirme, jugar con mi mente y mi corazón, las escuché cuidadosamente, cada una de ellas murmuró tu nombre a mi oído.
Me fueron inspirando hasta alcanzar la modulación perfecta de un suspiro, me llevaron de la mano para escribir y al momento de escribir recordarte y al momento de recordarte, añorar tu rostro y nuevamente tu cálida voz.
¿Sabes lo aterrado que estoy? Y dieron las dos de la mañana y seguía, sigo pensándote, ensoñándome con tu sonrisa, tus manos mágicas y sanadoras, tu consejo de dejarme llevar por las Musas.
¿En serio somos turbulencias?
Escucho a Billy Harper tocar el sax en una bella interpretación de "Blue Moon", y me asomo a la ventana, y ahí está, la luna que desde hace mucho tiempo dejó de ser mía y que ahora contempla esta nueva historia de amor, me devuelve un brillo no azul, si no plateado y quiero aullar, ahora de contento y agradecer a la vida el regalo tan maravilloso que me ha dado, y en ese regalo estás tu.
Tres semanas son pocas, ni modo, y sin embargo, siento conocerte de toda la vida.

martes, 15 de enero de 2008

La Margarita Indolente II

Sé que estoy en buenas manos, pues él es muy cuidadoso y tierno, pasó la cuerda de algodón por las argollas, y por los barrotes de latón, me sentía un poco incómoda y vulnerable, traté de moverme, pero me fué imposible, tal vez él se dió cuenta de la angustia que mis ojos reflejaban y sonrió de una manera maligna y me besó con mayor fuerza, comencé a sudar frío, pero me fui tranquilizando al mirar hacia mi derecha, él había colocado el espejo de pié a un lado de la cama y podía ver perfectamente tanto mi posición, como la de él, era como ver una pelicula en tamaño real, eso me tranquilizó y respiré aliviada mientras sus manos seguían recorriendo mis muslos y deteniéndose en mi piel.
Suspiré, él me preguntó si sabía cómo se llamaba este juego, con su voz grave y tierna; lo miré desconcertada y respondió entre sonrisas --lo que estamos a punto de jugar se llama "La Margarita Indolente"--, me reí como histérica y en realidad ya lo estaba, traté de guardar la compostura mientras él sacaba una serie de juguetes de nuestro estuche de viaje, el calor me volvió a invadir, no me podía mover un solo centímetro, miraba atenta hacia el espejo, con ganas de averiguar todo lo que me haría.
Colocó sobre mi sexo unas gotas de un bálsamo tántrico, el cual me hacía temblar de excitación pues era una sensación cálida deliciosa; acercó su lengua experta a unos cuantos milímetros de mi, anticipé que comenzaría a lamer el bálsamo de un momento a otro, pero leyendo mis pensamientos se apartó sonriendo. --Mi querida, existen más formas de deshojar una margarita.

lunes, 14 de enero de 2008

La Margarita Indolente I

Cuando él me lo propuso, me pareció un poco loca la idea, de hecho pensé que como siempre sólo bromeaba; sin embargo al caer la noche y después de una deliciosa cena bañada en vino tinto de la Rioja, me lo volvió a proponer.
El hecho es que aún cuando no quisiera cumplir sus caprichos, no me atrevía a decirle que no, y a pesar de eso o tal vez por eso, tenía unas inmensas ganas de probar algo nuevo; ya había visto y leído algo de bondage, pero nunca me atreví a experimentarlo, salvo un ligero amarre a la cabecera de latón que adorna con su brillo y su lujo la habitación de paredes blancas y luz ténue en donde él y yo disfrutamos largas y deliciosas horas. Esta vez pasaríamos al siguiente nivel.
--Es lo que te traje de mi viaje a Massachusetts, un regalo para mi bruja consentida desde la mismísima Salem.
Sacó de una hermosa caja de madera con forro de terciopelo púrpura, unos brazaletes de cuero negro, con estoperoles cromados e inscripciones y dibujos de machos cabríos en aquelarre con voluptuosas y semidesnudas brujas; me emocioné al verlos, su sonrisa se ensanchó aún más al descubrir el enorme espejo de pié que adquirió en El Cairo o en India y que costó más trasladarlo sin que se rompiera que el espejo en sí.
Me pidió que me pusiera cómoda, y que me colocara los brazaletes, me fui detrás del biombo lacado y me quité el vestido y los tacones, dejando solamente el corsé que sin querer hacía juego con los brazaletes, reparé que eran cuatro y me coloqué dos de ellos en cada brazo, los cuales se cerraban al colocar dos argollas metálicas una junto a la otra, me volví a calzar los tacones y salí con ademanes teatrales de detrás del biombo, él ya me esperaba recostado sobre la cama y jugaba con una larga cuerda de algodón. Su expresión al verme con los cuatro brazaletes puestos en los brazos fue de divertida sorpresa, me pidió que me acostara a su lado mientras me quitaba los brazaletes más anchos de mis antebrazos para colocarlos sobre mis tobillos, mientras me acariciaba suave y diligentemente, las piernas y mi escote, me besó --Mi deliciosa y perversa bruja-- dijo mientras pasaba la larga cuerda de algodón a través de las argollas levantándo mis rodillas a la altura de mi estómago y mis muñecas casi tocando mis tobillos, dejando expuesto mi húmedo y rasurado sexo...

miércoles, 2 de enero de 2008

El Cigarro

Fumas, el fuego ilumina mi rostro, me desintegra en ceniza, consumiéndome en la punta de tu cigarro, abraso tu boca, me convierto en humo. Te llené y ahora me rechazas en una exhalación.