viernes, 16 de enero de 2015

Dejando atrás todo el dolor.

Descubrí tu terrible secreto, sin proponérmelo me encontré ante uno de mis peores miedos. ¿Acaso hubo sinceridad alguna vez? ¿Te importé tanto que por eso jamás me lo dijiste o solamente querías vengarte?

Me privaste de la oportunidad de decidir, de haber sabido lo que sucedió contigo tal vez ni siquiera habríamos tenido una relación o simplemente lo habría pasado por alto. Te amé tanto y en ese momento cuando te pregunté bien pudiste haberte sincerado. Ninguno de los dos habría salido lastimado.

No fue así, me parecía increíble lo que escuché, aunque siempre lo intuí, me dio tanto coraje, impotencia, enojo, rabia. Deseé por un momento no ser yo y ponerte en tu lugar, darte los treinta centavos que ahora vales para mi y desaparecer de tu vida, destruir todo un año de mi memoria, todo un año en el que pensé que eras la persona indicada, el ser que Dios me había reservado.

Pero no vale la pena, no sé qué será de ti en un futuro, no me importas más o mejor dicho, me importas tanto como yo te importé a ti. Conservé una falsa esperanza, el pensamiento mágico de volver a estar contigo, el compartir nuevamente lugares y momentos. Ya no lo pienso así.

Me duele la traición, el sentirme como un juguete utilizado, usado y al no seguir sirviendo completamente desechado. Lo he de superar, y el volver a enfocar me permite salir de este pozo.

Al principio el verte con alguien más rompió por completo mi amor propio; una persona insulsa, tanto que hace que brilles aún estando tan triste. Me gustaba más presumirte, hacerte brillar a ti. 

No deseo iniciar una guerra de reclamos inútiles, me lastimaste, me duele y necesito llorarte, llorar mi propia ceguera y estupidez. 

Simplemente me quedo con lo bueno de lo que pudo haber sido de todo aquello que disfrutamos, que disfruté en tu compañía, en tu cuerpo. En el consuelo que me brindaste al llorar sobre tu pecho, te doy todo lo que te escribí, todos mis ensueños con una vida completa a tu lado, pero no se puede construir sobre un cimiento de mentiras. 

Disfruta la cosecha; no has comprendido que la soledad, la alegría y la tristeza se generan en uno mismo.

Tuvimos por un año lo que jamás será.

viernes, 9 de enero de 2015

Encuentros I

Se me cae la cara de vergüenza ante esa pequeña niña imaginaria que está parada junto a mi cama, no tengo el valor para decirle que jamás podré protegerla de sí misma, ella decidió, ella decide y seguirá decidiendo sobre su vida. Me eligió para compartir su vida y me expulsó para abandonarla de tajo. Todavía no termino de aceptar esa pérdida.

El dolor llegó meses después, cuando yo pensaba que estaba totalmente curado, repuesto y listo para tener una nueva relación. La soñaba, la sigo soñando. Me reclama nuevamente el no estar con ella, el no haberla protegido, el arrojarla a los brazos de cien amantes al jamás demostrar celos, me pregunta en esos sueños-pesadillas si sigo teniendo atole en las venas y por qué diablos la abandoné.

Despierto para enfrentarme a su ausencia, para volver a ver la mitad de mi cama vacía y el hueco que dejan todos los reclamos imaginados y el recuerdo de los reclamos auténticos. A veces percibo su perfume y me he visto tentado a buscarla nuevamente, pero me pregunto ¿Para qué hacerlo si ya no tengo la intención de regresar con ella? Porque sé que a pesar de todo lo vivido, mi ausencia en su vida es menos dolorosa que volver a estar juntos.

Porque al volver a estar juntos ella se confrontaría con sus errores, porque ambos seríamos deshonestamente cuidadosos con las palabras, con las caricias y con los besos, porque sabemos que pudimos vivir cada uno sin el otro, pero sobretodo porque se acabaría el autoflagelo, se agotaría la justificación del dolor, el presentarse cada uno por su lado como “El buenito/a” como la víctima como “El pobrecito/a”.

Ni siquiera cuando estábamos juntos tuve la intención de hacer un plan de vida juntos, yo me dedicaba solamente a vivir el día a día, a disfrutar de su compañía, a amarla, escucharla, hacerla enojar y contentarla, alimentarla, procurarla y consentirla. Yo pensé que estábamos bien, que sus sonrisas eran sinceras, que sus orgasmos yo me los ganaba y que ella no podía dejar de compartirlos conmigo. La llamé mi mujer y a punto estuve de retractarme, pero lo sentía, aún no me reprimía, no en lo afectivo ¿Y cuándo ella me consideró su hombre?

No comprendo ese ímpetu primario de pertenecer y de apropiarnos de las cosas, de las personas. Deseos que se comparten en la cama pero que en la calle se vuelven tristes remedos de películas rosas, demostrar con celos el amor que le tienes a tu pareja o el reclamo porque al no celar simplemente siente que no le importas. Nos ha dañado el suponer, el no hablar.

Me cuidó un resfriado, me regaló un abrigo, boxers, playeras, dos pantalones y par de masajes, me consintió también, cocinándome la cena en seis ocasiones, pero no me permití entregarme por completo, simplemente me aterró el volver a ser embestido por mis propios cuernos, por mis propios demonios, muchas veces al aceptar perderlo todo ya nada te preocupa. No deseaba vivir preocupado y por eso me volví distante a ella.

Me dejo llevar por la practicidad, por lo inmediato, jamás me preparé para volver a verla. Sigue siendo ella, se ve hermosa, más delgada, con el cabello lacio y corto. Intuyo que no está feliz y eso me entristece y me alegra al mismo tiempo, supongo que el motivo de su tristeza es mi ausencia y su falta de felicidad es porque esa felicidad en su vida era yo. Obviamente me equivoco, me equivoco tanto como cuando estábamos juntos, volví a suponer.

Ella me ve de reojo, de inmediato me reconoce y la palidez de su semblante me asusta. Volteó su rostro y se inclina hacia el frente, exhala un humo blanco, su mano sostiene un cigarro recién encendido; yo tampoco sonrío, deseo correr y abrazarla, pedirle perdón por todo lo que jamás hice; a unos pasos de distancia arroja su cigarro y atraviesa frente a mi para entrar de prisa a un restaurante; continúo mi camino, ambos nos vimos, ambos nos ignoramos y ambos comprendemos que seguiremos estando solos, hasta que lo decidamos, hasta que dejemos de lamer las heridas y los recuerdos, hasta que nos demos la oportunidad de compartirnos con alguien más.


Llego a mi casa al otro extremo de la ciudad, tierra de por medio, la niña imaginaria me espera paradita junto a mi cama, me pide que la cargue, que la proteja, que la defienda de los malos, ella sigue ahí y no comprendo por qué me sigue esperando cada noche, sigo sin atreverme a decirle que ella misma en su adultez me sacó de su vida. Pienso que si rescato a esa niña imaginaria salvaré a su ser adulto, pero no será así.

miércoles, 7 de enero de 2015

Quiero cogerte Corazón.

Espero sus mensajes ansiosa, desde la primera hora de la mañana, al medio día, mientras cocino o arreglo mi pieza, cuando estoy en la oficina y cuando estoy a punto de dormir. Él es lo primero que leo y lo último, sus palabras me hacen sentir, nunca me había pasado, pero que bueno que pasó, no es muy guapo, pero sabe escribir, tiene las palabras correctas en el momento correcto, a veces pienso que me espía.

Aquella noche buscaba en mi armario qué ponerme. Solamente llevaba una semana y media tratándolo por whatsapp, me hacía reír con sus ocurrencias y yo solamente le daba largas, me decía que deseaba verme, que no dejaba de soñarme y de pensar en mi. Me hacía reír más y solamente lo tentaba, comenzó a mandarme fotos sugerentes, poemas y finalmente accedí a verlo.

Esa noche sería "La Noche", me quería ver guapa pero siempre se me ha complicado un poco esto de salir con alguien. Cada vez que estaba lista me sucedía algo, llegaban visitas, me olvidaba depilarme las piernas o simplemente me acobardaba y cancelaba de último momento. Hoy a pesar del miedo tengo ganas de verlo, de descubrir si en realidad es tan simpático como escribe, observar esta vez con detenimiento sus manos.

Llegué puntual a la cita, en una cafetería de esas elegantes y carísimas, iba a pedir un café cuando me di cuenta que no traía mi cartera, en ese momentó recordé que la dejé en la otra bolsa y solamente traía mi monedero que cuelgo en el llavero. Por suerte no estaba lejos de mi casa y aunque había llegado caminando más tarde me daría un poco de miedito. Pensé en irme en ese momento cuando Él apareció.

Esta vez no lo vi tan feo, traía puesta una chamarra de cuero y olía muy rico, sin más me extendió su mano derecha y tomó mi mano con delicadeza a pesar de tener unas manos grandes y varoniles, sin querer suspiré y enseguida me acaloré, su voz era grave y un poco ronca, pero me gustó. Lo que no me gustó fue su mirada huidiza, pero no le di mucha importancia. Me invitó un café y nos sentamos en un sillón un poco pegajoso, me miró sonriendo pero no terminaba de sostenerme la mirada.

De cuando en cuando hacía un comentario agudo sobre alguna de las demás personas que conocíamos y por quienes nos habíamos contactado, me incomoda un poco que no deje de ver mi escote, pero creo que es normal. Se disculpó un momento y fue al baño. Habíamos estado platicando por casi dos horas y cada vez me gustaba más.

Por mi mente pasaron veintemil cosas, hace mucho que no tenía relaciones y me parecía que no sería mala idea darle una oportunidad ahí como por la tercera cita, en esos momentos recibí un mensaje a mi cel, "Quiero Cogerte Corazón", lo leí una, dos, tres veces, al principio me sentí indignada, pero cada vez que lo leía no me parecía tan malo, de alguna extraña manera me encendieron esas tres palabras, aunque no me terminaban de gustar, traté de imaginarlas en su voz, cerca de mi oído y temblé.

Imagino que no se atrevía a decírmelo a la cara, que finalmente le parecía más adecuado escribirlo, ya sea por pena o porque de una u otra manera así nos conocimos, esperé y pensé en mi respuesta, una parte de mi quería irse de inmediato con él, dejarme llevar por ese calor que esas palabras me provocaron, otra parte me decía que tuviera cuidado, suspiré de nuevo y me acerqué a su chamarra y olí su loción, me comencé a derretir de inmediato. Imaginé sus manos grandes recorriéndome, acariciando mis piernas, mis senos. Imaginé todo lo imaginable.

Cuando Él regresó yo seguía oliendo su chamarra, me sentí como una tonta, me sonrojé y por primera vez en la noche me miró a los ojos, se sentó a mi lado y se acercó a mi oído. -Discúlpame por favor, no quise ser grosero con mi mensaje, me equivoqué y no sé cómo resolverlo- Yo sonreí y le dije que no se preocupara, pero que yo no tenía intención de acostarme con Él, al menos no esa noche, que me parecía guapo, pero que no sentía que estuviera preparada para ello, que sus manos y su aroma me encantaron y que sería maravilloso conocernos un poco más. 

Él me miró fijamente y me pidió disculpas nuevamente. -No, en verdad discúlpame, me equivoqué de número y ese mensaje no era para ti. 

Me regresé caminando a mi casa, por un instante estuve a punto de irme con él, siempre me pasa algo cada vez que accedo a salir con alguien. Me siento enojada, estúpida, vulnerable, encabronada. No me despedí y ahora que estoy buscando las llaves me doy cuenta que no las traigo, se habrán quedado en la cafetería, en algún rincón del sillón pegajoso, donde seguramente quedó el aroma de su loción y su chamarra de cuero.