miércoles, 5 de marzo de 2008

FRANQUEZA

Los adultos dicen que la curiosidad de un niño no tiene límites. Siempre una nueva pregunta que te lleva a otras tres. Ser niño no es algo tan sencillo como lo decimos los adultos. Quizás se deba a que ya olvidamos cómo serlo. Ante un ambiente familiar Standard (papá, mamá, abuelos y hermanos) uno como niño tiene demasiadas cosas por cuestionarse y ese precisamente era mi caso:
-¿Por qué mi abuelo se quita los dientes para dormir?-
-¿Por qué mi abuela huele igual que el closet?
-¿Dónde está el pene de mi hermanita?
Aún agradezco no haber perdido nunca mi capacidad de asombro, pero es justo reconocer que con toda franqueza que me ha metido en muchos líos.
Siendo niño, pasó algo que me generó mucho más preguntas de las acostumbradas. Preguntas que en verdad dudo si algún día conoceré las respuestas:
Mamá y papá doblaban la ropa que salía de la secadora y mamá con asombro observaba que la secadora era terrible para sus medias ya que las agrandaba y aguadaba de forma incomprensible.
Qué curioso, éste es el tercer par de pantimedias que la secadora estropea. Lo más raro es que sólo daña las caladas. Y que se encojan es entendible, pero que se agranden-…
En ocasiones encontrar una respuesta genera más dudas. Esa costumbre atrabancada de abrir las puertas a empujones me despejó una duda y me activó otras preguntas:
-¿Por qué estás disfrazado de mi mamá?-
-Este… es que estaba investigando por qué se deforman las medias de tu mamá.-
-Y por qué te maquillaste para probarte las medias?-
-No es maquillaje, es que me comí una paleta de cereza.-
-¿Y quién te pegó en los ojos para que los tuvieras morados de arribita?
-¿Ya hiciste tu tarea?-
Y en otras ocasiones, una pregunta puede acabar con las conversaciones.
Los siguientes días, mis preguntas eran totalmente dirigidas a mamá:
¿Por qué estás llorando?-
-Es que mami descubrió que papi tiene un problemita-
-¿El problema de papi es que no cabe en tus medias?-
De a partir de ahí, papá dejó de llegar a la casa a dormir. Mamá se volvió un poco más temperamental. Las visitas de papá eran esporádicas, nos llevaba al parque o a algún lugar fuera de casa. Mamá apenas y lo volteaba a ver.
Después de unos cuantos meses, papá y mamá decidieron hablar conmigo y mi hermanita.
Papá dijo que él vivía en casa del tío Roberto. Aquél que no conocíamos hasta que un día empezó a acompañar a papá a llevarnos al parque.
Mamá se empeñaba en decirle:
-No los confundas, no es su tío. Diles la verdad.-
Papá molesto y acorralado contestó:
-La verdad es que quiero ser feliz, la verdad es que nunca tuve el valor para serlo y la verdad es que ahora me quiero dar esa oportunidad.-
A lo que inevitablemente pregunte:
-¿Y la verdad, verdad… es que eres joto?
A lo largo de la infancia, mis inevitables preguntas siempre me metieron en problemas pero en esta ocasión acabaron con la tensión de meses y meses de ocultar secretos. Las risas de mis padres no se hicieron esperar y les ayudaron a hacer más llevadero este momento. La franqueza característica de los niños en ocasiones puede enseñarle a los adultos que la vida no merece verse con tantas complicaciones.
Por: Hugo Castillo Rivera (a) Hugon.

4 comentarios:

Beatrix dijo...

Grata sorpresa la que nos das Hugo.

Me hiciste recordar una historia de un buen amigo, pero es larga, algun dia espero contarla.

Juan, que bueno que ahora tienes invitados!

Anónimo dijo...

Que buen post.
Los niños siempre te sorprenden con la manera de solucionar cosas que un adulto nunca se imaginaría....
....yupi! ya puedo dejar comentarios aquí!!! un abrazo....

El monstruo dijo...

Gracias Carnalito por compartir y acercarme a tu selecto y cálido círculo de lectores. En verdad es un gran halago contar con tu aprobación en mi primer cuento.

Mafalda dijo...

.......

Simplemente....¡¡¡¡Me gusto!!!!

Eso es lo bello del cuento, el inicio, el desarrollo, y lo que me deja siempre un mejor sabor de boca es el final, y este fue un muy buen final.

Mafalda