lunes, 12 de noviembre de 2007

Relámpagos amatorios III

Ambos cuerpos sólidos, bronceados, fuertes.
Se aman sin pensar en lo que sigue. Se aman a pesar de no creer que un amor así fuese posible.
Ambos se admiran, ambos comparan sus músculos, sus abdómenes de acero, sus miembros viriles ávidos de más caricias.
Ambos se besan emanando una ternura que no tiene que ver en lo absoluto en su fortaleza física. Ambos, estando juntos se tornan vulnerables, se enternecen y se ablandan en esos brazos de hierro.
las lágrimas endulzan los besos, son ellos lo que son y se alegran de haber encontrado quien los ame así.

3 comentarios:

Cuatroletras dijo...

Porque el deseo no tiene nombre ni genero, ni religión, sólo la adoración al encuentro único y divino.
Acariciar la espalda, trazar con los dedos los pliegues sutiles que el sudor marca en ambos, beber la sal del cuello, de los brazos, es un mareo que por momentos invade, tanto que buscan aferrarse a la piel para no caer, esa fuerza queda plasmada en las huellas rojas, mapa de caricias, sendas frenéticas que llevan a entrar a un oscuro lugar.

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

Hello. And Bye.