sábado, 27 de diciembre de 2014

Ayuda mutua

Al verla supe que había esperado toda una vida por ella, su mirada tierna y segura de si misma, su aplomo y natural belleza simplemente arrancaron un profundo suspiro.


Deseaba saber el costo de la suite, estaría un par de meses en la Ciudad y un amigo colombiano me había recomendado ampliamente el hostal cerca del centro de esa enorme Ciudad llamada México.

El lugar me pareció cómodo y el precio razonable. Ella me pareció simplemente hermosa. Muy amablemente me mostró el lugar, me dio las recomendaciones y me dijo que estaría un par de días más en la Ciudad. 

Tenía que actuar rápido sin que pareciera ansioso de estar con ella. Sentí que ambos nos reconocimos, de otra vida, de otra época. Sonreía y todo al rededor se iluminaba.

No dejé de admirarla y durante la noche repasé mentalmente sus delicadas formas de mujer, su sonrisa llegaba a mi a cada parpadeo, su cadera al subir las escaleras y unas delineadas piernas cubiertas por su pantalón negro.

Inquieto mordía las cobijas y busqué en mi celular su número, vi que no era tan tarde y le envié un mensaje deseándole buenas noches. No recibí ninguna respuesta. Traté de dormir, con mi deseo por ella palpitando debajo de las sábanas.

Al día siguiente mi celular tenía una llamada perdida de su número. Marqué y con voz somnolienta me respondió del otro lado de la línea. 
Enmudecí  y tratando de dominar mi nerviosismo le pedí verla. Preocupada me preguntó si estaba bien y si había algo malo en la suite.
Le dije que todo estaba bien, pero necesitaba verla para hacerle un par de consultas sobre la Ciudad. Más relajada me dijo que iría en un par de horas. Fueron las más largas de mi vida.

Llegó puntual y hermosa, con un suéter de angora y una falda ejecutiva; el hostal estaba vacío, escuché a mis vecinos salir y dejé de escuchar ruidos cotidianos.
Traté de parecer calmado pero sentía que mi excitación era notoria.

Ella me miró extrañada pero muy amable me preguntó qué dudas tenía, me ofreció un café y pasamos al comedor. Su aroma me excitaba aún más. No prestaba atención mas que a sus movimientos, su boca, la curva de sus senos bajo el suéter, me movía inquieto deseándola mas que a nada en el mundo.

Después del café me pidió que la acompañara a comprar unas llaves para el fregadero, no tenía que pedírmelo dos veces, me contó un poco más de ella, de sus hijos y su situación sentimental, yo no dejaba de pensar en la blancura de su cuello la sinceridad de su sonrisa.

Al regresar al hostal me pidió que le ayudara a medir las llaves, subimos y ella delante de mi me ofrecía una vista maravillosa de sus piernas y sus nalgas firmes y redondas, no podía ocultar mi emoción.

Llegamos a un pequeño pero iluminado cuarto de baño, yo había hablado muy poco pero a ella no parecía importarle, me entregó las llaves y se agachó delante de mi para desenroscar las otras piezas, no resistí más.

Tiré las llaves y la sujeté con fuerza de su cadera con ambas manos, pegué mi cuerpo al suyo y escuché un suave gemido de sorpresa, comencé a acariciar sus nalgas y sin soltarla incliné mi cuerpo sobre el de ella, acerqué mi boca a su blanco cuello y escuché como trataba de pedirme que me detuviera sin demasiada convicción.

Me acerqué a su boca y la besé, nos besamos y se volteó encarándome y abrazándome, mis manos no dejaron de acariciar sus nalgas y levantar su falda, su respiración agitada y un murmullo dulce. Te reconozco, te he visto antes, no sé en donde o cuando. Sus palabras se interrumpían con mis besos, levanté por completo su falda y con cuidado comencé a bajar sus bragas empapadas, sus manos acariciaban mi cabeza y me acercó a su sexo.

Mi lengua se alargó hasta tocarla, lamí despacio y sus manos me acariciaban con más fuerza, la humedad y el calor de su piel y de su sexo, me pedía que no parara, mi lengua la recorre despacio sin prisas. Mi miembro a punto de estallar.

Me levanté y sus manos buscaron mi cinturón y los botones de mi pantalón, mi virilidad lista y sus manos me acariciaron despacio, el aroma de nuestro deseo me hacía palpitar, sin mayores preámbulos la penetré furiosamente, embistiendo, besando mordiendo su cuello y sus carnosos labios, mis manos tratando de tocarla toda. Busqué sus senos levantándole el suéter, ella gemía y susurraba en mi oído, me ofreció sus senos y comencé a devorarlos, sus pezones erectos en mi boca su boca en mi frente.

El primer orgasmo lo alcanzamos juntos, mi semilla caliente escurriendo en sus blancas y torneadas piernas, mi sexo enrojecido y pulsante, nuestras bocas temblorosas y sonrientes.
Nos besamos tres veces más nos miramos y volvimos en sí.

 La puerta del hostal comenzó a escucharse, en un par de segundos nos volvimos a acomodar la ropa, ella con una sonrisa traviesa en los labios me pidió con la mirada que la siguiera, mas tranquilos bajamos nuevamente al comedor y nos sentamos frente a frente, la puerta se abrió y una pareja joven la saludó.

Me dijo que las llaves tendrían que colocarse mañana mismo, si no era problema que la ayudara como hoy. Por supuesto respondí que sí, que estaba a sus órdenes. Los muchachos se despidieron después de beber un vaso de agua y entraron a su habitación. Ambos movimos los labios y nos dimos las gracias mutuamente. Temblé al verla a los ojos y saber que pensaba y recordaba quienes éramos, quienes somos y quienes seremos.

No hay comentarios: