lunes, 31 de marzo de 2008

El Trovador Final

Andrea se prepara, tal vez hoy renuncie y se consagre en cuerpo y alma a la organización de su boda con Antonio, nada la haría más feliz. De camino al trabajo, piensa en que en ese mugroso minibus no piensa subir nunca jamás una vez casada con su "Precioso mosho", como ella le dice y que a él no le causa tanta gracia; Andrea piensa que a veces él casi siempre tiene así el carácter, recuerda la última vez que salieron y el chavo del valét parking "le hizo" un rayón al carro, Andrea sabía que ese rayón ya lo llevaba el auto, pero no dijo nada, Antonio le dió dos manazos al valet y llegó el gerente del lugar quien le ofreció pagar los daños, Antonio resoplando acepto y cuando se subió al carro con $300.00 Pesos en la bolsa, muy orondo volteó a verla -Así hay que tratar con estos pinches hambreados. Ella asintió y no dijo nada más, ella piensa que es por los negocios, las presiones, la boda, que Antonio se violenta tanto; No, por la boda no puede ser, ella lo sabe, ella lo ha organizado prácticamente todo.
Felipe sube al microbus, de hecho subió a los últimos veintitrés de esa línea desde las siete de la mañana con la esperanza de encontrarla, al fin cerca de las nueve la distingue, primero su aroma y despues la ve a ella, Felipe tiembla, se aclara la garganta y comienza a tocar, "La Caderona" le responde sumisa, mientras se va recorriendo para estar cerca de la mujer que lo ha inspirado, que sepa la chica que esta canción se la compuso a ella.
Andrea distraida comienza a escuchar una melodía, le es extrañamente familiar, como si la hubiera escuchado en otro lugar, en otro tiempo; voltea a su izquierda y mira al trovador que le da "asquito" tenía mucho tiempo sin verlo, la música es bonita, pero nada del otro mundo, el trovador se va acercando, ella se hace a un lado para dejarlo pasar, siente como está cantando ese naco en su oído, la incomoda. Andrea grita -¡AYY, Este pinche naco me manoseó! La gente voltea al instante, "La Caderona" calló, Felipe también, mudo con los ojos desorbitados por la sorpresa, la voz de ella era horrible, tipluda, aguda como unas uñas sobre una pizarra, Felipe comenzó a sudar frío, el chofer se detuvo con los gritos de la muchacha.
Dos chavos agarraron a Felipe y lo bajan de la unidad, Andrea baja con ellos, un policía que comía una torta de tamal es avisado, se acerca lleno de moronas de bolillo y tamal sobre los bigotes, la muchacha histérica, con su voz horrenda, hecha un mar de llanto inculpa al músico; Felipe continúa mudo, la mujer le pide al policía remitir al trovador; los pasajeros indignados gritan desde adentro que el muchacho es inocente, qué cómo la iba a andar tortiando si andaba pegado a la lira; que la chamaca mentía, que se les hacía tarde para su chamba y que mejor se dieran un beso y se subieran pa'rriba.
En ese lapso "La Caderona" se perdió; Andrea miró de nuevo su anillo de compromiso ¿qué haría Antonio?, de seguro le acomodaba una madriza a ese pinche naco; finalmente decide subirse al microbus, sin una sola lágrima en los ojos; el resto de los pasajeros la miran con recelo.
Felipe con un nudo en la garganta y hasta agradecido se queda un momento con el policía a quien de tanto subir y bajar de micros ya conocía; el muchacho busca con la mirada a "La Caderona" pero ha desaparecido, llora de tristeza, de luto.
El policía le dice -Ni modos mano, pinches viejas, nomás andan buscando mantafiada y uno se las da y se ponen como locas a gritar, siento lo de tu lira. Oyes, pero ya se me atoró el tamal, dispárame un atolito ¿no?
Felipe la mira por última vez alejarse en el micro, él se queda sollozando en silencio, con el corazón destrozado, lleno de pérdidas, mudo.

martes, 25 de marzo de 2008

El Trovador IV

Felipe la ve alejarse en el micro, no sabe cuándo tendrá la oportunidad de tenerla tan cerca, tan a poca distancia, a tan pocos centímetros que su perfume tan dulce cubrió sin problemas el hedor del micro, ahora ya tenía su rostro y su aroma; faltaba escuchar su voz y buscar su mirada. Sin embargo, con esos sencillos datos Felipe se puso a componer una canción por primera vez en su vida, mientras escribía con faltas de ortografía en un cuaderno "galgo" que cuando aún cursaba la secundaria el maestro de música les había encargado y que solamente tenía en las primeras páginas la extraña escala musical. Felipe raya, escribe, le pone un nombre inventado a su fuente de inspiración, Sofía, Silvana, Camila, Andrea, Verónica; Todos los borra y no sabe cuál dejarle, después de seis horas casi al amanecer la canción sin nombre esta concluída.

lunes, 10 de marzo de 2008

El Trovador III

Andrea no deja de mirar su anular, se emociona y vuelve a recordar, una leve conmoción en el micro la hace voltear momentaneamente, ve que un músico de esos que le dan tanto "asquito" se baja antes de tocar siquiera. Se alegra, no hubiera querido que su alegría fuera arruinada por los berridos de un musicucho.

Suspira sonoramente, regresa a su mente esa maravillosa noche y justifica el mal carácter de Antonio durante la cena, después de todo el mesero en verdad era un estúpido, por llevarles la sopa fría, por más explicaciones que el imbécil gato ese, les diera sobre el gazpacho. Le encantaba cuando Antonio se ponía así, le daba un poco de miedo, es cierto, pero también la emocionaba el pensar de lo que él sería capaz de hacer por ella, defenderla, protegerla como león, en su mente regresaban los gritos y se divertía de recordar la cara del mesero, tartamudeando que el gaz el gaz, el gazpacho se sir, se sirve, así así se, se señor. la sonrisa maliciosa ilumina aún más su rostro angelical.

Felipe, trata de coincidir con la muchacha los siguientes días, hoy martes al fin lo consigue, la mira y trata de tocarla con la yema callosa de sus dedos, se reprime la admira y vuelve a bajar del micro. Se golpéa la frente, se dice que es un cobarde.

miércoles, 5 de marzo de 2008

FRANQUEZA

Los adultos dicen que la curiosidad de un niño no tiene límites. Siempre una nueva pregunta que te lleva a otras tres. Ser niño no es algo tan sencillo como lo decimos los adultos. Quizás se deba a que ya olvidamos cómo serlo. Ante un ambiente familiar Standard (papá, mamá, abuelos y hermanos) uno como niño tiene demasiadas cosas por cuestionarse y ese precisamente era mi caso:
-¿Por qué mi abuelo se quita los dientes para dormir?-
-¿Por qué mi abuela huele igual que el closet?
-¿Dónde está el pene de mi hermanita?
Aún agradezco no haber perdido nunca mi capacidad de asombro, pero es justo reconocer que con toda franqueza que me ha metido en muchos líos.
Siendo niño, pasó algo que me generó mucho más preguntas de las acostumbradas. Preguntas que en verdad dudo si algún día conoceré las respuestas:
Mamá y papá doblaban la ropa que salía de la secadora y mamá con asombro observaba que la secadora era terrible para sus medias ya que las agrandaba y aguadaba de forma incomprensible.
Qué curioso, éste es el tercer par de pantimedias que la secadora estropea. Lo más raro es que sólo daña las caladas. Y que se encojan es entendible, pero que se agranden-…
En ocasiones encontrar una respuesta genera más dudas. Esa costumbre atrabancada de abrir las puertas a empujones me despejó una duda y me activó otras preguntas:
-¿Por qué estás disfrazado de mi mamá?-
-Este… es que estaba investigando por qué se deforman las medias de tu mamá.-
-Y por qué te maquillaste para probarte las medias?-
-No es maquillaje, es que me comí una paleta de cereza.-
-¿Y quién te pegó en los ojos para que los tuvieras morados de arribita?
-¿Ya hiciste tu tarea?-
Y en otras ocasiones, una pregunta puede acabar con las conversaciones.
Los siguientes días, mis preguntas eran totalmente dirigidas a mamá:
¿Por qué estás llorando?-
-Es que mami descubrió que papi tiene un problemita-
-¿El problema de papi es que no cabe en tus medias?-
De a partir de ahí, papá dejó de llegar a la casa a dormir. Mamá se volvió un poco más temperamental. Las visitas de papá eran esporádicas, nos llevaba al parque o a algún lugar fuera de casa. Mamá apenas y lo volteaba a ver.
Después de unos cuantos meses, papá y mamá decidieron hablar conmigo y mi hermanita.
Papá dijo que él vivía en casa del tío Roberto. Aquél que no conocíamos hasta que un día empezó a acompañar a papá a llevarnos al parque.
Mamá se empeñaba en decirle:
-No los confundas, no es su tío. Diles la verdad.-
Papá molesto y acorralado contestó:
-La verdad es que quiero ser feliz, la verdad es que nunca tuve el valor para serlo y la verdad es que ahora me quiero dar esa oportunidad.-
A lo que inevitablemente pregunte:
-¿Y la verdad, verdad… es que eres joto?
A lo largo de la infancia, mis inevitables preguntas siempre me metieron en problemas pero en esta ocasión acabaron con la tensión de meses y meses de ocultar secretos. Las risas de mis padres no se hicieron esperar y les ayudaron a hacer más llevadero este momento. La franqueza característica de los niños en ocasiones puede enseñarle a los adultos que la vida no merece verse con tantas complicaciones.
Por: Hugo Castillo Rivera (a) Hugon.