miércoles, 4 de noviembre de 2009

La ciudad I (intermedio a siete pisos)

A nadie le sorprendió la decisión del gobierno de crear una ciudad correccional, de hecho, muy pocos se enteraron de la noticia, la cual fue camuflada habilmente por los desinformadores oficiales, los pocos que la supieron, la enterraron en sus diarias preocupaciones como encontrar o no perder su trabajo.
Los funcionarios encargados de la nueva ciudad correccional no se ponían de acuerdo respecto al nombre que debería llevar el penal. Algunos propusieron el nombre de algún famoso procer de la independencia nacional, los de derecha pugnaban por el nombre de algún santo, los tecnócratas sugerían una serie de palabras hechas siglas que permitieran modificaciones sin cambiar en lo absoluto. La discusión terminó con la poco elegante y menos llamativa nomenclatura de "La ciudad".
El Presidente de la República cortó el listón, el Gobernador del Estado abrumó al auditorio con un discurso más inclemente que el sol que caía a plomo en esa árida tierra, contrastando con el vergel que se albergaría tras las murallas enormes. El Embajador norteamericano sonreía demasiado mientras sembraba un arbolito.
La Ciudad estaba perfectamente planeada. Contaba con casi todos los servicios, con cuarenta mil casitas modestas, y ni un solo vehículo automotor. Cada casa contaba además con un menaje modesto, luz generada por celdas solares, agua potable y en la puerta dos bicicletas; no se contaba con telefonía o con recepción de señal televisiva o radiofónica.
El gasto había sido enorme, los impuestos del resto de la ciudadanía agobiada por las cargas fiscales, pagaron la creación de ese modelo de readaptación social. Las espectativas de que funcionara realmente, entre los mismos planificadores, eran bajas.
La mayor parte del plan se basaba en permitir a los reos de todo el sistema penitenciario nacional mudarse a "La Ciudad" con sus familias, ahí retomarían el modelo de autosustentabilidad de acuerdo con los oficios que practicasen dentro del penal. Quien no trabajara no comería.
(Continuará)

martes, 7 de julio de 2009

Siete pisos III (parte II, Basado en la canción "7 pisos" de Presuntos implicados)

Luis se embarcó dos días después; Yosune acudió al puerto de la Ciudad para despedirse de él, sin embargo el buque ya se hacía a la mar. Desconsolada la jovencita murmuraba entre lágrimas juramentos amor incondicional y un pronto retorno.
La nave se fue alejando adentrándose en el Mediterráneo; Yosune agitando su mano y el viento agitando su largo cabello, hasta que el navío lleno de su amor, se perdió en lontananza.

Pasaron tres semanas, aunque las llamadas fueron frecuentes, también eran muy cortas, las palabras se atropellaban, las carantoñas audibles a cientos de kilómetros de distancia, los "os amo" y "muero por veros" se sucedían sin tregua. Los suspiros al terminar la llamada y las irreprimibles lágrimas de Yosune.
Un día jueves llegó carta de Luis, con el sello del Rey Juan Carlos cancelado en Barcelona.
Yosune no esperó a entrar y aspiró el aroma del sobre, definitivamente Luis había colocado unas gotas de su loción en el papel y eso le produjo un escalofrío seguido por una sueve excitación.
Leyó la carta hasta aprenderla de memoria, Luis le daba los pormenores de su llegada, se quejaba del Capitán Montes y alababa a sus nuevos compañeros y el reencuentro de alguno que otro camarada de la Academia Militar. También le contaba sus sueños, y los sueños que compartía con ella, y los sueños en los que ella era la protagonista y aquellos otros sueños que no sabía ques se encontraba soñando y despertaba con el aroma del cabello de Yosune en ese pequeño piso que alquilaba junto con dos oficiales más.
En la carta le mandaba besos y un afectuoso saludo a su suegro. Yosune miraba embobada la mala caligrafía de Luis, una instantánea de Luis uniformado frente a la entrada principal de la Inspección General del Ejército acompañado de dos oficiales, quienes, supuso ella, eran sus compañeros de piso; Luis era el más majo de los tres.
Fue la última carta de Luis.
Las llamadas fueron cada vez menos frecuentes y un día dejó de sonar el teléfono de Yosune.
Pasaron las navidades y el padre de Yosune se encontraba muy mal de salud, el dos de enero un infarto fulminante; las deudas y los acreedores, un Abogado más entrado a comerciante y ella desamparada, con 18 años recién cumplidos y recibiendo por herencia solamente tres mil Euros y cuatro millones de Dirhams marroquies que no podría sacar del Reino.
No podía esperar, tomó unas cuantas mudas de ropa y pasó a Melilla, abandonó Beni-Ensar, abandonó la tumba tibia de su padre y abandonó su niñez en manos de tíos rapaces y abogados mercenarios.
Yosune tramitó su pasaporte español aprovechando el lazo de sangre de su finada madre, la mayoría de las autoridades de Melilla la coocían gracias a su padre y las puertas se le abrieron con relativa facilidad apesadumbrados por la inesperada defunción del mismo: Pensando en cómo un muerto abría tantas puertas y un vivo, Luis, no la había llamado en meses, se embarcó para buscarle la cara.

martes, 30 de junio de 2009

Siete pisos III (basado en la canción "7 pisos" de Presuntos Implicados)

Para Yosune, el dejar África, fue solamente el inicio de una romántica y triste aventura con final feliz.
Conoció a Luis durante las fiestas de la Virgen de la Victoria. Lo recuerda aún guapo, con uniforme de gala y los galones de Teniente deslumbrándola a ella y a la mayoría de las jovencitas. Luis era gallardo y amable, de barba cerrada y afeitada en azul, los ojos color de miel. Después de ese breve encuentro, lo volvió a ver algunos días después, en la celebración del día de Melilla; Yosune, haciendo un gran esfuerzo correspondió la sonrisa y el saludo del Teniente, quien fue objeto de sanas bromas por parte de sus subordinados quienes se percataron del coqueteo. A partir de ese día no dejó de pensar un solo segundo en él.
Poco después de las navidades; al morir su abuelo, el padre de Yosune decidió mudarse nuevamente de Melilla a Beni-Ensar y hacerse cargo de los negocios pendientes. La vida en el Reino era muy distinta, solamente unos kilómetros de distancia y el mundo cambiaba completamente. Ella continuaba en sus clases en el Liceo y esperaban el final del curso para quedarse definitivamente a Beni-Ensar.
Un día como otro cualquiera, comenzó a nevar; Yosune salía del Liceo acompañada de sus amigas, extrañadas y contentas por la nieve, comenzaron a jugar, los gritos y la alegría invadía a todos. Yosune sintió una mirada, se sintió boba jugando con la nieve y vestida con su uniforme de colegiala, sabía que al voltear encontraría los ojos color de miel de Luis, era la primera vez que lo veía de paisano, guapo también, y con la barba crecida, se acercaron el uno al otro y él la invito a tomar thé, platicaron y se presentaron; supieron sus nombres, las miradas decían más que las palabras, Yosune comenzó a sentir un calor enorme en su pecho, a cada palabra de Luis, lo escuchaba atontada, las frases llegaban cortadas y solamente escuchaba la voz grave y dulce. "apenas llegué y ya me quieren de regreso", "El 52 de Regulares está guay, pero el ir a la Inspección General me representa más futuro", "Esta es la tercera vez que os miro Yosune, y ya deseo que os quedeis conmigo el resto de mi vida", "No me iré antes del verano, quisiera que sigamos quedando". Yosune no podía creer lo que escuchaba. A partir de ese día Luis pasaba a recogerla todos los días al Liceo, iban a comer y la llevaba a su hogar en Beni-Ensar, el padre de Yosune platicaba largas horas con el joven Teniente, como buen comerciante, tenía una charla amena y veía en Luis al hijo varón que jamás tuvo. Creció el cariño y la confianza y en alguna ocasión le comentó de la finada madre de Yosune; que también era de la península, pero que había nacido en el País Vasco. Los meses pasaron veloces, las órdenes de Luis llegaron finalmente para que se incorporara de inmediato a la Inspección General del Ejército en Barcelona, y la despedida era inminente. La tristeza de ambos opacaba las sonrisas y las miradas, esa tarde no fueron a comer, tomaron un desvío y llegaron hasta el faro, las lágrimas se mezclaban con los besos, y en un arrebato tan necesario y tanto tiempo reprimido, hicieron el amor dentro del auto.
Yosune se dejó guiar, hizo de su cuerpo uno con el de Luis, entrega, sangre, sudor; el sonido del mar reventando en el risco.
El regreso a Beni-Ensar fue silencioso, Luis se marcharía dos días más tarde. Antes de ese último beso, Yosune le prometió ir a buscarlo, Luis sonrió y a su vez él prometió regresar el 27 de enero del año siguiente y pedir su mano para casarse, ese día precisamente fue cuando nevó y quedaron por vez primera. Yosune volvió a llorar de la emoción.
(continuará...)

viernes, 5 de junio de 2009

Acuarela de Barcelona (intermedio a 7 pisos)

El hermoso y joven cuerpo yacía sobre la cama deshecha. Las manos siempre ligeramente manchadas, reposaban delicadamente sobre su pecho. La carrer dels Escudelleres con su cercano tráfico de peatones irrumpía en la tranquila mañana de ese modesto estudio, usando la ventana como tobogán.
Fernanda despertó sonriente, había soñado paisajes, nubes de insectos dorados revoloteando en las hojas de hierbasanta, nunca había soñado tanto su tierra, ni pintado tantos temas de ella como ahora que vivía del otro lado del Atlántico, cuando todo estaba lejos, cuando la vida era distinta, de acento distinto. Hoy, Fernanda era conocida y reconocida por la valía de su obra, por su sencillez, por su belleza e inteligencia. Pero no terminaba de acostumbrarse.
Una vez despierta, las más de las veces sin desayunar; toma el pincel más cercano y comienza un nuevo cuadro dictado por sus sueños, o retoca alguno ya empezado. A su mente regresaban imágenes de años atrás, rostros que pasaron desapercibidos cuando era todavía niña regresan cargados de colores morados, rojos, lilas, hombres engalanados con flores en su indumentaria, seres morenos, muy morenos, pequeños y callados. Lagunas, verdor, mangos, murciélagos y jaguares.
Pinta Fernanda. Pinta con esa pasión que se dislocó alguna noche cualquiera hace más de diez años, pinta, e ilumina con colores y agua, como cuando niña, acuarelas ahora valuadas en Euros, pinta, pues sabes que cuando desees regresar a casa; pues el terruño a veces es más fuerte entre esos ceceos de la gente, las sonrisas hipócritas de los corredores de arte y tu séquito de admiradores; simplemente pintarás una acuarela de la Sagrada Familia, del Palau San Jordi, de dragones o caballeros de armaduras de hormigón, tal vez decidas pintar edificios insectóides que en sus alas de vidrio te regresen a casa.



Para Fer.

lunes, 23 de marzo de 2009

Siete pisos II (basado en la canción "7 pisos" de Presuntos Implicados)

Don Gerardo al ver pasar a su vecina Asunción, inclina varias veces la cabeza cana y hace el ademán de tocarse la boina con la punta reseca de sus dedos manchados por el humo de miles de cigarrillos.
Camina despacio, cansado de si mismo.
Antes de ascender los dos pisos, escupe a propósito junto a la maceta del corredor como todos los días, en un gesto de rebeldía. Antes orinaba en ese mismo sitio, leía a Bukowski mientras bajaba su bragueta y orinaba torturado por la uretritis; unas cuantas gotas densas y dolorosas de ámbar rancio junto a la maceta; hasta que un buen día Pedro el del seis lo sorprendió y amenazó con denunciarlo con el casero;
-- ¡guarrazo, fracasado, vejete gilipollas! Esa palabra, fracasado, retumbaba aún en su mente.
--¡Coño! Se repetía Gerardo, -- no entiendes chaval, esto, lo que hago es poesía.
-- Coma mierda anciano. Se largó Pedro y subió los seis pisos de dos en dos escalones.
Gerardo volvió a escupir y estuvo tentado a orinar nuevamente, pero desistió, ese día no llevaba a Bokowski con él.
Subió resentido los dos pisos, abrió su departamento y el olor a moho, papel, humo y alcohol lo golpearon en el rostro y en el alma; cerró la puerta de madera con un chirriar de goznes. Arrojó el libro amarillento sobre la mesa invadida de más libros, platos sucios, colillas y botellas vacías. El aroma viciado y el altero de platos sucios mezclado con mugre y libros, muchos libros.
En la pared resguardado en un marco desportillado y el vidrio roto, un recorte amarillento, más que los dientes del viejo, mostraba a un joven Rey Juan Carlos estrechando la mano a un no menos joven Gerardo, recibiendo un galardón por su poemario "Jardín y huelga"; el encabezado resaltaba en sus oscuras letras de molde "Nueva promesa de la poesía española". Al lado de ese marco, había dos más. Uno roto por la mitad que contenía los restos mutilados de un viejo cartel de teatro, Gerardo nuevamente como promesa, esta vez en una puesta en escena de "Bodas de Sangre" de Federico García Lorca. El otro recorte estaba demasiado amarillo, demasiado expuesto a la luz y a las lágrimas, a las cagarrutas de mosca y al paso del tiempo. A duras penas se leía "Celebran su unión María del Pilar Abarzua y Gerardo Mancera y Nabasal" un pequeño recorte, las imágenes completamente difuminadas.
Gerardo se pregunta ¿qué sucedió?, ¿qué coños pasó?
se deja caer en el sillón que en partes deja escapar resortes y borra. Libros, muchos libros tirados, acomodados dejados al azar en cuanto espacio o superficie existen en el macilento departamento, todo combinado con el olor a orín.
Gerardo se reincorpora y toma la botella de ron, la destapa y vacía de un solo trago el contenido, con plena intención de ahogarse, desesperado. Toma nuevamente el libro que llevó a la miscelánea, era un ejemplar de su poemario, dentro del libro sacó una navaja de afeitar que le servía de separador.
La acercó a su muñeca izquierda, llena de cicatrices rectas, hundió el metal en la carne y un hilo rojo cayó en el poemario tirado en el suelo.

jueves, 12 de marzo de 2009

Siete pisos I (basado en la canción "7 pisos" de Presuntos Implicados)

Asunción sale de la regadera sin voltear hacia el espejo, el agua todavía escurre en su cuerpo maduro, aún firme, de señorita por tiempo. Las gotas caen sobre el azulejo y posteriormente en el tapete, seca su cuerpo hirviente de recuerdos, contempla asqueada su mano derecha y solloza al haber sucumbido nuevamente a la tentación.
Toma el rosario de cuentas de madera que dejó sobre la tapa del váter. Comienza a rezar, las cuentas corren entre los dedos, se viste sujetando las cuentas usándolas como tablas de salvación, salvación espiritual, sanación, dolor, autoflagelación.
El alma herida, la mente luchando entre Aves Marías y Padres nuestros, todo los misterios, todas las oraciones. Cae rendida por esa lucha, los principios contra los deseos, la tristeza amarga de la soledad y el autorechazo.
Sueña pesadillas, senos pubertos desnudos, sonrosados latientes, húmedos de sudor fresco, vaginas sonrosadas apenas cubiertas por un fino vello dorado, labios carnosos que se convierten en círculos del infierno, cada vez más profundos e insondables, senos semi infantiles cubiertos de espinas, su propio sexo que la devora a dentelladas hirvientes y húmedas con colmillos putrefactos,.
Asunción siente que se despierta, se observa a si misma y escucha ese alarido callado; paladea amarga esa angustia por no encontrar el rosario sobre el buró, tienta la superficie de madera del mueble y su angustia crece. Palpita en su pecho ese deseo a punto de salir al no encontrar la cadena de madera que logra calmarlo, Asunción se levanta y baja de su cama, se asoma debajo y mira dos ojos verdes que la hechizan, extiende su mano y una muchachita de quince años, con su blusa blanca con el escudo del Instituto y su faldita tableada, sale de debajo de la cama; Asunción la abraza y acerca sus labios a los de la ella, cierra los ojos al sentir ese aliento de manzanilla. Asunción se despierta.
El Rosario continúa en el buró, Asunción se santigua y comienza a rezar mientras el sudor escurre por su frente y espalda.
Una vez vestida con esa blusa abotonada hasta el cuello, la falda gris y triste, ese chalequito tejido en el convento por su hermana María y esos zapatos masculinos; toma su portafolios y se dirige a dar clases en el Instituto; tiembla de excitación, la volverá a ver, volverá a ver esos ojos verdes, sentirá su aliento fresco al acercarse a calificarla, se condenará al fuego eterno, lo sabe. Su mano derecha tiembla pasando una a una las cuentas del rosario.
Asunción inclina la cabeza correspondiendo al saludo de Don Gerardo, el vecino del segundo piso, quien regresa de la miscelanea con una botellita de ron en la diestra y un libro de amarillento y desgastado en la izquierda, el cual sujeta con la misma devoción con que Asunción sostiene el rosario.

sábado, 21 de febrero de 2009

En la escuela


Si no fuera porque tengo que presentar ese pinche examen, ya me hubiera ido con el Chento y los demás. Pero estaba a toda madre sin estudiar y sin saber que esos culeros ya habían conseguido el examen del Profesod Chidaquiles, y ni modo de echarlos de cabeza.

Bueno, lo bueno de este desmadre es que voy a tener a Karlita para mi solito, al menos trataré de sentarme a su lado y verle esas piernas tan blancas, con esos vellitos güeros que me ponen como loco y esas boobies, chin, no, mejor no porque si no me va a distraer la cabrona y bien que sabe que me gusta, porque el otro día en la fiesta de Nelly dicen que le dijo a Claudia que yo o uno del salón le gustaba.

Pinche Pofesod Chidaquiles, no sé cómo terminó la prepa, hablando así todo gangoso y medio amariconado como diría mi papá.

Y el pinche examen está más cabrón que el final. Creo que se dio cuenta que Chento y los demás se lo piratearon y esta vez lo puso más difícil.

A ver si Lalo se sabe esta pregunta, le voy a hacer una seña.

Pinche Lalo Marica, se volteó el muy gacho.

A ver, a Monicaca, me caga esa vieja, pero es re nerda.

Pinche Monicaca, también se volteó.

No me queda de otra, le voy a preguntar a Karlita, pero está lejos; pero le puedo ver las piernas y esos vellitos güeros. ¿Cómo tendrá su...?

¡Chin! ya me cayó el Profesod Chidaquiles que ando tratando de copiar, "concéntese en su edxamen" me dijo el muy culero. Y de plano están dificilísimas las preguntas.

¿Cómo? ¿Karlita ya acabó? no, algo le pasa, le dejó el examen al Pofesod y salió del salón, se ve triste, y yo aquí, sin poder hacer nada ¿y qué tal si se murió su abuelito o su papá o su mamá? porque vi que debajo de la banca veía su celular ¿o si su casa se está quemando? chin ya acabó Monicaca y yo sigo en la tercera pregunta.

¿Para qué le hago al pendejo? la neta ni estudié, y esos cabrones se robaron el examen y el Pofesod Chidaquiles ha de pensar que yo lo hice o al menos que soy uno de los que vieron el examen.

¡Ya concéntrate!, no puede estar tan difícil, Lalo ya acabó y también Lucio, ya nomás quedamos Pepe Tacón, el más pendejo del salón, el más nalgón y...

¿Qué? Ya acabó ese pendejo y yo sigo en la pregunta tres, ya, ¿para qué torturarme más? total, entrego el examen y me voy con Chento y los demás, han de estar en las gorditas trague y trague y yo aquí con el Profesod Chidaquiles que me ve con cara de "nos vemos en título de suficiencia".

Chingue a su madre, voy a sacar el libro, así, por arribita de mi portafolios, Ahí viene, pinche marica.
No mames, me está dando las respuestas, de plano ha de pensar que estoy muy pendejo, pero ya me acordé, ya se va al escritorio a calificar. Que buena gente el Profesor Martínez, sí es a toda madre. 

Por lo que es a mí, ya no le diré su apodo.

Le di las gracias y él tan tranquilo, además es el único que no se burla cuando tartamudeo o hablo un poco gangoso o como me dice mi papá me amaricono. En verdad es buena gente el Profe este.

Al rato alcanzo al Chento y a esa bola de culeros, primero voy a ver qué le pasó a Karlita y después voy con ellos, mejor después veo a Karlita, ya me dio hambre.

***

- Si te digo que es una naca, chunda, gata y piojosa, pero desde el primer día me di cuenta. Y mira como los trae a todos, con sus caritas de babosos nomás viéndole las piernas, deberían de prohibir a las profesoras que usen minifalda, esta naca se pasa, le tendré que decir a mi Papi, no es posible que no se hayan dado cuenta.

- No creo que sea tan malo, además no está mal a pesar de ser tan vieja, ¿cuántos tendrá? ¿35?

- No sé, pero me choca que hasta Poncho nomás la ve y babea.

- ¡Ash! Wey, Qué dramática Sofía, además si él ni caso te hace.

- ¡Y con esa gata menos! Además, la estúpida me puso diez, ni siquiera sabe calificar.

- Pero sí eres aplicada wey, además hasta matadita, ni modo que te reprobara.

- Pero me caga que a propósito puse dos malas y ella muy perdonavidas me dijo con su modito. Señorita Galindo, sé que tal vez se confundió, la calificación es por su desempeño y dedicación.

- ¿Entonces wey?

- Pues me enojó, babosa, que haga su trabajo.

- No mames wey, neta que no te entiendo.

- ¡Uta! Lo que faltaba, ahí viene, pinche naca.

- Buenas tardes señorita Galindo, señorita Robles.
Señorita Galindo, quiero felicitarla, su trabajo estuvo muy bien redactado, precisamente lo que hace que este trabajo valga la pena, felicidades.
Usted señorita Robles, bien puede mejorar, conozco de su capacidad. En clase les daré la calificación final. Si me permiten, en cinco minutos se cierra la puerta.

- Gracias Miss.

- Gracias Miss.

- Pinche vieja. Wey, viste cómo me barrió y tú eres su consen, pinche Sofía.

- Ya ni me digas, me purga. Y ahí van todos los babositos detrás de ella, unos cargándole el portafolios y otro hasta el borrador, Ufff, si nada más se la pasa enseñándoles los calzones, huy ¡los odio!

- Bueno, ¿qué más da wey? hay que entrar.

- ve tú, yo no quiero entrar a esa clase, me voy a la café, a seguir estudiando.

***

¡Qué fiaca, no quiero ir a la escuela! Nada más en pensar en compartir el salón con esa bola de gañanes y esa bola de payasitas, ¡ufff, de plano no quiero ir a la escuela!

Y para acabarla de amolar hoy toca examen, que mal, y yo con esta hueva, y la cama tan calientita, pero el examen... ¡ufff, no!

Tener que verle la jeta al mamón de Chento, hasta se siente galán, sí es un patancito, además de creerse el rey de la escuela, pobre idiota y la cara que pone cuando uno lo llama por su nombre Rosendo Rosales, je je je, creo que su mayor calificación ha sido un siete y eso porque tuvo puntos de participación, aunque diga puras pendejadas una de ellas le dio suerte y le atinó.

Y esos que le siguen a todos lados, séquito de lambiscones, no es posible que a estas alturas no sepan leer, yo desde sexto de primaria leía mucho mejor que cualquiera de ellos.

Ya son las seis de la mañana y nomás de pensar en ir a la escuela me duele el estómago, es más, creo que tengo fiebre, mejor digo que me enfermé, pero ¿y el examen? Ínguesu, aunque no quiera tendré que ir a la pinche escuela esa y convivir con esa bola de Loosers como dicen, entre ellos este baboso, el que de plano se la mata al idiota de Rosendo, el tarado ese de Poncho, de plano no da una, eso sí hay que reconocerlo que ese cuate sí está carita, pero no se da cuenta que eso no es para siempre, que uno debe de cultivar el intelecto, también es un presumidito, quarterback del equipo de americano, si por eso lo tienen becado, no precisamente por sus calificaciones.

Son una bola de burros, en lugar que aprendan de mí, primer lugar en la Olimpiada del Conocimiento en la categoría de Matemáticas, primer lugar y cuadro de honor durante toda la secundaria, representante de la escuela como el mejor alumno del año, visitando "Los Pinos" y saludando al Presidente de la República de mano, y siento que me odian, que se burlan de mi a mis espaldas, que me ponen apodos, pero eso es fácil, también les comenzaré a poner apodos.

Y ni hablar de las sangroncillas esas, la sabihonda de Sofía o la golfita de Karlita, o a la matadita de Mónica, aunque tengo que admitir que están bastante buenas, pero ni chance de comprometerse, pinches payasas, todas muy peinaditas, con el celular de moda, hablando como carretoneros borrachos, sus falditas, las blusitas transparentes las... ¡Ufff! Y nada más se fijan en los jugadores de americano o cuando mucho en los patanes como Rosendo, o en el Profesor de Ética y Etimologías, otro looser que fue seminarista y que estudió en Roma, se ha de haber dado cuenta que estaba muy guapo como para consagrarse a Dios y además con todo el dinero de Papi por supuesto se regresó, que manera de joderle la vida a uno.

Que coraje tener que ir hoy a la escuela, los odio y ellos me odian, pero ni modo, es como repetir la misma película una y otra vez.

¡Qué hueva, tener que ir a la escuela! pero si no voy ¿quién les aplicará el examen de Matemáticas?

***

Recién graduada y ya trabajando, una gran fortuna el encontrar este trabajo, no llegas a los veinticinco, pero tus calificaciones te avalaron, además de las cartas de recomendación.

Ahora has sacado tu lado perverso, tantos años escondiéndote detrás de tus excelentes calificaciones, de ser una perfecta invisible con unas horribles gafas, faldas de monja y blusas de solterona. Hoy disfrutas al ser blanco de tanta atención, por parte de alumnos y profesores, ahora sabes que tienes para escoger, que al dejar la casa de tus padres, se quedaron con ellos sus prejuicios.

Ahora desatas tu melena rizada y leonina, te pones faldas un poco más cortas o blusas escotadas, pero nunca ambas, los tacones son ley pues hay que cuidar el buen gusto, usas ligueros y medias, las cuales son difíciles de encontrar, ya que las comerciales son de fantasía y no aguantan el trajín diario.
Todo esto te hace sentir única y lo sabes, disfrutas con esa recién estrenada coquetería y ahora estás en el lugar que deseabas estar hace nueve años, sin la necesidad de presentar exámenes, ahora tú los aplicas.

Señorita Gallardo, Profesora de Preparatoria. Suena bien, te hace sentir bien.

Y hablando de escoger, te has fijado en ese muchacho tímido e inteligente, ese que te ve con ojos de ternura, te descubres afín, sabes del potencial que tiene, no está nada mal y dentro de algunos años estará mucho mejor. No sientes remordimientos, si algunos profesores lo hacen con las niñas, ¿por qué no hacerlo tú con uno de tus alumnos?, aunque tus propósitos no son tan perversos, simplemente se te ha metido en la cabeza el recuperar esos años dedicados al estudio, a las groserías de niños como él, a las lágrimas de jamás ser invitada a ningún lado. Además desde que dejó esa rosa rosa en el parabrisas de tu coche y esa notita con faltas de ortografía y esa caligrafía inconfundible, te hizo sentir tan bien, no acosada, al contrario, deseada y querida.

Ahora dudas en dar el siguiente paso, pero sabes en qué terminará todo, lo convertirás en tu asistente, lo invitarás a calificar esos exámenes apoyándote en él como el buen alumno que es, y que le reconoces por méritos propios, tal vez primero a un café y en exámenes subsecuentes en tu recién estrenado departamento, omitiendo por completo el incidente de la rosa.
Esperarás pacientemente a que él realice el siguiente movimiento, tienes años practicando el arte de la paciencia, sin duda lo hará.

Ahora sabes que su mirada está sobre tus pantorrillas, debajo del escritorio, te encanta que se siente en la fila de adelante, buscas su mirada, él se sonroja y le pides que se acerque un momento. La burla de los otros quienes muertos de envidia ululan cuando se levanta y se dirige hasta tu escritorio. Le pides ese favor, que te ayude a calificar, su rostro se ilumina, sonríe y se pone aún más rojo; le preguntas a qué hora puede y si no tiene inconveniente en acompañarte en la tarde, después de clases; él encantado acepta, ahora es cosa de esperar, de volver a ser paciente.

***

Muchas cosas siguen iguales, no cambian a pesar de haber dejado atrás la escuela, algunos ya estamos panzones, calvos, viejos o canosos.

Las chavas, la mayoría siguen bellas, ya sea con alguna operación, o gastando pequeñas fortunas en tratamientos rejuvenecedores.

Aquellos con quienes jamás nos llevamos, ahora son tus compadres o compañeros de trabajo, en algunos casos hasta tus jefes. Al crecer, según esto al madurar, te vas dando cuenta de la realidad, de los mundos irreales y perfectos que tenías en la Prepa, que de lo único que te tenías que preocupar era pasar el examen del Profesor Martínez, o llegar a tiempo para que Artemio el conserje no te cerrara la puerta en las narices, te preocupabas por el lugar en que sería la siguiente fiesta, si te gustaba o si tú le gustabas a fulana o a zutana.

Estirabas la mano y en la mayoría de los casos tus papás te daban dinero o si no organizabas una venta de juguetes o comics o programas de compu para comprar los cigarros o las chelas, si no, de plano a "talonear".

Ibas al cine a "fajonear", según tú, y lo único que hacías era acariciar las piernas y rozar los senos por encima de la ropa, besar de lengua y terminarte las palomitas o el refresco que tu amiga ya no quiso.

Comenzabas a soñar sobre tu futuro, a conocer gente extraña que ya iba en la Universidad y te contagiaba de sus ideales políticos, culturales o económicos; comenzabas a ver el mundo en todo lo ancho, te das cuenta que la vida no es como en la tele, que te angustias, que es más fácil caer en las drogas o en el sexo por el sexo, que además lo llegas a disfrutar a pesar de sentir después una enorme culpa.

Percibes que añoras el poder regresar a ese examen, subir dos décimas y pelear por una beca en el extranjero, comienzas con los "hubiera".

Hoy a mi mejor amigo de ese entonces, tengo más de ocho años de no saber de él, Chento trabaja en una oficina de gobierno, está calvo y camina encorvado.

Karlita sale de vez en cuando en comerciales y creo que hizo una película con Vicente Fernández hijo, Mónica es directora de postgrado en una Universidad en el Centro del País, Sofía se casó con Poncho y somos compadres, pues son padrinos de nuestra única hija, aunque tampoco nos vemos muy seguido desde que se fueron a Querétaro a vivir.

Al Profesor Martínez le dio un paro cardiaco fulminante cuatro años después que comenzó a dar clases en la Prepa, eso me contaron.

A la Profesora Gallardo, la de las piernas bonitas, la corrieron por andar seduciendo alumnos, a mí me corrieron ese mismo año de la escuela por andar seduciendo profesoras, desde hace catorce años estamos juntos y cada día la veo más hermosa.

viernes, 6 de febrero de 2009

Sangre y arena

No soy matador, ni siquiera soy salvaje, pero me pinchan, me marean, me clavan puyas. ¡Me duele!
Lo único que hago es buscar el lugar de donde salí, y ese maldito ser se cruza en mi camino, me deslumbra, me molesta y cada vez me duele más. Levanto la cabeza, desgarro su pierna llena de luces y cae al suelo, también comienza a sangrar.
Me siguen mareando, me siento débil, hay música, gritos, sangre en la arena y yo sólo me quiero ir de aquí.

jueves, 5 de febrero de 2009

Katrina

El diáfano velo se deslizaba por el brazo de la bailarina, roza su vientre firme, sube entre los senos apenas contenidos por el sostén cubierto de diamantes, las monedas y la pedrería de su caderín acompañaba el rítmico palpitar de los derbakes y la thabla.
Sus pies flotan sobre las alfombras y roza suavemente el contorno de los cojines que adornan la tienda del Sultán.
Ella, Katrina, es la favorita, su cuerpo celosamente guardado por media docena de eunucos etiopes, ni siquiera el propio Sultán tenía el valor de tocar esa piel, pero se dejaba embotar todos los demás sentidos por ella. aspiraba el delicado perfume que emanaba del cuerpo, los movimientos sinuosos y sensuales, los jadeos disimulados detrás de los velos, las gotas de sudor que ella vierte sobre la lengua de su amo. Ella, conocedora de su belleza aceptó todos los obsequios del Sultán, pero su regalo favorito era observar el rostro enrojecido de su amo cuando ella bailaba. El cuerpo era joya y escaparate al mismo tiempo, sus dedos y ortejos adornados con delicadas filigranas de oro, una cadena del dorado metal pendía de su nariz a la oreja enmarcando los profundos ojos resaltados por el kajal.
El humo aromático emanado del arguile, intenta burdamente imitar los suaves movimientos de Katrina, mientras baila para su amo y señor.
Desde el amanecer hasta la llegada de las estrellas Katrina baila, poseída de deseo, esperando que al finalizar su danza su amo la convierta en su esposa.
Se sabe deseada, apreciada por uno de los hombres más poderosos del mundo, gira su cuerpo, se estremece, se mueve como el viento mismo sobre las dunas, el movimiento de su largo cabello recrea la tormenta de arena. Cae en éxtasis, su cuerpo se convirte en halcón y se eleva al cielo, sólo para caer en picada y convertirla en serpiente, torciendo su piel, sonriendo detrás del velo que cubre su rostro.
Excitada Katrina se deja caer a los pies de su amo, él la mira satisfecho, pero no se atreve a tocarla, los ojos de ella piden descanso, desean recorrer y satisfacer todos los deseos de su amo, pero el Sultán aplaude nuevamente y los músicos comienzan una nueva melodía.

lunes, 2 de febrero de 2009

Lo que no se platica

Siempre me han dicho que soy idéntica a Marcela, mi madre, excepto por el nombre. Me llamo Ana; me cuentan que cuando ella tenía mi edad, le había roto el corazón a más de uno, fue así que después de insistir tanto, aceptó a mi Padre Fernando, un hombre formal y con un excelente futuro, completamente opuesto a su hermano gemelo, Hernán, mi tío.
Mi Padre siempre me consintió, era la niña de sus ojos, y yo encantada de recibir su cariño, cuando era niña le dije que quería casarme con él. El sonreía y me hacía cosquillas, con el tiempo a mi Madre ya no le agradaba que me sentara en sus piernas, ni que lo besara, yo no entendía, lo que sucedía o mejor dicho, creo que siempre lo supe es que en verdad ella se ponía celosa.
No sé cómo suceden estas cosas, después de la muerte de mi Padre, mi Tío se hizo prácticamente cargo de nosotros, al menos moralmente, ya que el pobre jamás consiguió un trabajo decente en su vida, pero nos hacía recordar a mi padre, la misma cara, los mismos ojos, pero la mirada distinta.
Los primeros días después de la muerte de mi Padre, fueron los más difíciles, desde esa noche en la capilla ardiente, el ver a mi Tío consolar a mi Madre y voltear y ver el mismo rostro pálido en el ataúd, me hicieron un daño enorme, así que desde ese día decidí que mi Padre no había muerto, al menos no para mi, porque podía verlo todos los días, podía acercarme a el y escucharlo, con una voz un poco diferente.
Mi Madre un día le pidió a mi Tío que no volviera a la casa, yo lo extrañé, extrañaba el rostro de mi Padre. No entendí el porqué mi Madre ya no lo quería en la casa, así que lo fui a buscar.
Llegué a la casa de la Abuela, él vivía con ella desde que se divorció, nunca tuvo hijos. Mi Abuela siempre se encontraba en su habitación, nunca bajaba, nunca salía. Yo tenía llave de la casa, cuando estaba en la secundaria llegaba a comer de vez en cuando, y mi Papá pasaba a recogerme, abrí despacio, sin hacer ruido, y entré a la casa, sabía que estaba haciendo mal, buscaba a mi Tío, los sonidos de una casa casi deshabitada, el tictac del reloj de la sala, el aroma de siempre, a viejo y a medicinas y a cosas que te recuerdan la navidad.
Caminé despacio, procurando no hacer nada de ruido, subí las escaleras y pasé delante de la habitación de mi Abuela, escuché la televisión a todo volumen, seguí caminando y dos habitaciones más adelante se encontraba la puerta de mi Tío entreabierta, estaba acostado en su cama, sin zapatos y leía uno de los libros con tapas de cuero, no alcancé a leer las letras doradas. Abrí despacio, después de haberlo espiado unos minutos, entré sigilosa y cuando me vio no hizo ruido, se hizo a un lado de la cama para dejarme espacio, cerré la puerta con cuidado.
Me preguntó, qué hacía aquí, mientras ,me acostaba a su lado, olía diferente, había estado bebiendo, pues un vaso reposaba en la mesita de noche. Quería preguntarle porque ya no iba a la casa, me dijo que mi Madre le prohibió regresar, me confesó que siempre había estado enamorado de ella, y que se lo dijo, ella se molestó y le pidió no regresar más. Yo lo abracé y me recargué en su pecho, percibí su loción y el tuntún de su corazón acelerándose, de reojo miré su pantalón y como comenzó a crecer su miembro por debajo de la tela.
Mi mano ya no me obedecía, bajó hasta tocarlo por encima del pantalón, mi Tío comenzó a acariciar mi cabello y buscó mi boca, nos besamos mientras él bajaba su bragueta y se quedaba expuesto, comencé a jugar con él, mientras sentía su lengua recorrer mi boca y mi cuello, su respiración se agitaba, la mía también.
Comencé a mojarme, una cosquilla indecente subía por mi cuerpo, su barba me raspaba y su aliento a whiskey me embriagaba también, me comenzó a llamar Marcela, y yo comencé a decirle Papá.


Para mi 4L

viernes, 30 de enero de 2009

Llanto

Sé que estás enojado, te vistes sin mirarme y yo me siento tan culpable, por muchas cosas, la boca amarga por el vino y el vodka y tus besos y las lágrimas que iban escurriendo hasta mi boca mientras me penetrabas, ajeno a mis ganas de seguir llorando.
Me gustas, eso lo sabes, jamás nos hemos dicho la palabra con "Q" o con "A", nos aterraba sentirlo, y jugábamos a hacernos tontos, abrazas rico.
Pero hoy simplemente no quería estar contigo, pensé en quedarme en la fiesta, seguir ahogando las penas, como se dice, pero tu mensaje me hizo regresar, también quería verte y hablar contigo, pero hablar nada más.
Y tu en la puerta de mi casa, con esas rosas color de rosa, que me encantan y tu carita de niño regañado y yo fingiendo estar más borracha de lo que estaba, y comencé a llorar en tus brazos, mientras lo que quería era mentarte la madre y golpearte por ser tan hijo de puta y por hacerme sentir así de mal, porque te había descubierto, porque para tu mala fortuna conozco a tu esposa y puedo decir que somos amigas.
Y precisamente hoy, que tenía ganas de estar contigo, de consentirte y usar las medias y el corsé que me regalaste, ponerme mis tacones negros que te encantan, le mandas el mismo mensaje a tu esposa que minutos antes me mandaste a mi. "Te deseo... un lindo día", y se supone que ustedes tienen broncas y que estás separado de ella desde octubre y que no te interesa nada con ella, pero la muy cabrona, no sabe que yo sé y me enseñó el mensaje muy ufana. "Mira como lo traigo al pendejo, ya se ha de estar arrepintiendo de haberse ido, igual y hoy sí lo dejo entrar a la casa".
Y yo era la pendeja, por creer nuevamente en un hombre, por creer que tu sí eras lindo, y te preocupabas por mi, y me das flores y poemas y me haces sentir tan mal. Por eso, por los mensajes idénticos, porque eres un hijo de puta igual que todos, ¡mentiroso!
Yo quería hablar, darte la oportunidad de explicar lo inexplicable, pero me volviste a besar y yo seguí fingiendo estar más borracha de lo que estaba y me besabas y no soportaba tus besos y los deseaba al mismo tiempo, así como no soporto el vodka y me tomé tres desarmadores y después el vino tinto y después quería llegar a mi casa y verte y hacerte el amor, olvidar lo que no sabías, y seguir como hasta ahora, pero sí eres lindo hijo de puta y en lugar de hacer el amor estábamos cogiendo como animales y yo llorando y tu con tu sonrisa chueca y cara de preocupación por ese llanto, porque lamías mis lágrimas y me besabas, pero me la seguías metiendo y yo quería vomitar.
Es la última vez que te metías así a mi cama, a mi vida, ya lo había decidido desde hoy en la mañana, al ver ese mensaje idéntico y tener que sonreír frente a la babosa de tu esposa, estuve a punto de mostrarle el mensaje que me habías mandado a mi, reconocería tu número, lo sé. Tal vez lo hizo a propósito y ya sabía lo nuestro.
Te levantas y sigues dándome la espalda, sé que lo intuyes, es la primera vez que apago todas las luces al estar contigo, a pesar de la oscuridad, me miras a través del espejo acostada, con los ojos rojos, hinchados, sorbiendo y quitándome las lágrimas con la mano, tapada hasta el pecho, me incorporo y sujeto mis rodillas, me balanceo, me choca sentirme así.
Volteas y te sientas de nuevo a la orilla de la cama me choca que me veas así, que me acaricies tan bien y que trates de besarme nuevamente ¿qué esperas? Ya cogiste, ya vete, y me sigues acariciando el rostro y enjugas mis lágrimas con tu pulgar y me miras así, y yo cierro los ojos.
No fue necesario hablarlo, sabiamos que no volveriamos a estar juntos, me sentía tan mal, no quería darte importancia y la tenías, hoy en la mañana lo descubrí.
Sigo llorando, pero me prometo a no llorar más.

martes, 27 de enero de 2009

Ucronicrónica I Croniucronía

Nota tomada de "El Heraldo Imperial"
Heroica Ciudad de México S.I. a 23 de enero del año 2009 "Año del Protectorado de Centro América y el Soconusco"


A.I.N.- El día de hoy Su Excelencia Moctezuma III de Habsburgo, Emperador de México y protector de Cuba, Antillas Mayores y Centro América, regresó de su visita de estado a la Unión Americana, al participar en la histórica toma de protesta del primer Presidente Unionista de color.
El clima de incertidumbre política en la Unión Americana y los roces diplomáticos con el gobierno Confederado, hicieron deslucir la ceremonia, pues una amenaza de atentado hizo que la mencionada celebración no se llevara a cabo en la Plaza Lincoln de la Ciudad de Washington D.C. y se realizara a puerta cerrada en el Capitolio.
La ceremonia a pesar de los cambios de última hora, permitió la juramentación del Presidente Unionista Barack Obama Hussein.
El Presidente Obama, recibe un país en crisis, debido a los roces constantes de la administración anterior del Presidente Johnson, con el Presidente Ford de la Confederación Americana, e incluso con el Presidente vitalicio de la República de Texas, George W. Bush, dejando un marco de inseguridad y de posible rompimiento diplomático con dichas naciones, a pesar de la intervención de los Cancilleres mexicanos y europeos.
Esas fueron las impresiones que Su Excelencia, hizo mención a su llegada al Aeropuerto Internacional de la Heroica Ciudad de México Sede Imperial, además de comentar que las relaciones diplomáticas con la Confederación Americana no se han visto afectadas a pesar del apoyo que le han brindado abiertamente a la República de Texas y la descarada venta de armas a grupúsculos armados como los autodenominados “Ejército Juarista de Liberación” y el “Ejército Republicano Porfirista”, el primero localizado al norte de la Provincia de Arizona y el segundo en el Condado de Oaxaca.
Su Ilustrísima también mencionó que el hecho de haber llegado a la presidencia de la Unión Americana un hombre de color, refleja una madurez política y el sueño de Lincoln, al otorgar la igualdad y las mismas garantías a todos los ciudadanos de la Unión.
Por otra parte, Su Majestad planea hacer una nueva visita a finales de este mes, al protectorado de Cuba, a efecto de adecuar los últimos detalles en la firma de un nuevo tratado de amnistía a los rebeldes de la Sierra Maestra, dicha amnistía fue aprobada por el Parlamento en sesión extraordinaria, el pasado domingo y anunciada el día hoy por el Primer Ministro Don Gustavo Carranza, Barón del Valle de Chalco.

¡Larga Vida al Emperador de México y Protector de Cuba, Antillas Mayores y Centro América Moctezuma III de Habsburgo, larga vida a la Emperatriz Isabel de Borbón de Habsburgo!

lunes, 26 de enero de 2009

Sonrisa

Tu sonrisa llena de sonrisas volvía una y otra vez a mi mente, el agua caliente desde la regadera y la emoción de prepararme para ti.
Enjabonado y sonriente tarareo la canción de aquella obra musical que vimos juntos, hago gárgaras, escupo un chorro de agua y sigo tarareando aprovechando la inigualable acústica del baño.
Me afeité la cabeza, y me corté arriba de la oreja, cierro la regadera y recibo las últimas gotas sobre el dedo gordo del pie; tomo una toalla que enredo sobre mi cintura, me miro ante el espejo y saco el pecho, muestro mis bíceps y sonrío, comparo mentalmente mi sonrisa chueca con la tuya. Lavo mis dientes dos veces, me pongo el gel after shave y siento su delicioso aroma y un leve ardor en todo el cráneo y en mi rostro, me arde un poco más en la oreja cortada.
Me visto y escojo unos boxers ajustados, color negro, mis jeans, una playera blanca a lo James Dean y un par de calcetines sin agujeros, echo talco en las botas vaqueras. Me doy una última revisión ante el espejo, sonrío y con palmaditas humedezco mi rostro con loción.
Tomo las llaves del carro y con el corazón desbocado voy a tu encuentro. Paso a un super para comprar una botella de vino, recuerdo que te gusta el tinto y escojo una botella de vino chileno, suspiro y recuerdo nuevamente tu sonrisa llena de sonrisas; me pregunto cómo es posible que sonrías de esa manera, que cada vez que me ves me sonríes de esa forma, entre traviesa y cómplice.
Ya de camino a la caja, agarro un ramo de flores y una caja de condones. La cajera me sonríe y sin querer se le escapa un suspiro, le cierro el ojo y pago.
La noche también es cómplice, mis ganas de amarte, el recuerdo latente de cada una de tus sonrisas y de todos tus gestos, llego a tu casa y veo la luz de tu recámara apagada, con el celular mando un mensaje. “Preciosa, ya llegué, me abres por favor?”. La luz de tu habitación se enciende, te asomas y cierras de nuevo la cortina, recibo un mensaje en mi celular. “spra un poco, todavía no c duerme” suspiro con cierto enfado, son las once de la noche, escucho el cd que me regalaste, con todas las canciones de la obra, respondo con un “Ok cariño, el tinto se toma al tiempo, tienes sacacorchos?” El disco se repite dos veces más.
Ya es la una de la mañana, un poco fastidiado, me pongo un ultimátum. Si en dos canciones más no me abre me voy a mi casa, me siento mareado por el aroma de las flores y de mi propia loción, tengo sed. Recibo otro mensaje “Ya c durmió, no encontré l sakcorchos”, sonrío y mi cansancio y fastidio desaparecen después de leer, miro el reloj y me digo que apenas es la una de la mañana, bajo del carro en silencio, tomo la botella y las flores, cierro con cuidado. Camino hacia la entrada, con el corazón batiente; dejaste la reja abierta, me dirijo a la puerta mientras un perro ladra a lo lejos.
Antes de tocar la puerta abres y colocas tu índice sobre los labios, mientras sonríes con tus ojos de niña traviesa, la seña es innecesaria, jamás he hecho ruido. Te ofrezco las flores y simulas olerlas, te muestro la botella de vino y me acerco para besarte en los labios, me fascina tu sabor.
De puntillas subimos los escalones, nos deslizamos a tu recamara que huele maravillosamente. Encendiste una varita de incienso con aroma a sándalo, mi favorito, también dos velas de canela y manzana; tu gatito negro se esconde debajo de la cama. Coloco el vino en el tocador junto a las copas que tienes preparadas, te tomo por la cintura y te atraigo hacia mi, huelo tu cabello, beso tu cuello y mis labios procuran tu sonrisa, beso tus ojos, tus labios, tus ojos nuevamente, ahogas una risa y pones las flores junto a las copas y la botella.
Susurras a mi oído, ¿cómo abrimos el vino? No importa te digo, mientras te coloco despacio y cuidadosamente sobre tu cama, te dejas llevar, vistes una bata de seda y no me cuesta trabajo el desatar el cordón que la sujeta, hueles a recién bañada, a jabón de hierbas, aspiro tu aroma, me coloco sobre ti sin recargar mi peso, te beso nuevamente y ahora yo susurro a tu oído, No importa el vino, te tengo a ti.
Me dejas besarte, te dejas acariciar y sonríes, me incorporo para contemplarte sobre la cama, hermosa, siempre sonriente, me sorprende ver como sonríes con todo el cuerpo.
Me presumes tu flexibilidad de bailarina, tu cuerpo aún firme y deseable. Me hinco a un lado de la cama y pido que te acerques, colocas tus pies sobre mis hombros, sigues sonriendo, me acerco a tu cuerpo, a tu vientre, yo postrado ante ti, ante el aroma de tu cuerpo, envuelto en la fragancia de tu habitación, el perfume de tu húmedo deseo.
Me saboreo goloso y siento la parte más blanda de tu anatomía, cálida bajo mis labios, paladeo, pruebo, mientras tu sonrisa desaparece para dar paso a un rictus de placer culpable, mi lengua viene lentamente a hundirse en ti, a recorrerte de arriba abajo en esa sensibilidad tuya, sueltas un gemido, y tratas de ahogarme en tu sabor que me encanta. Eres tan dulce, siento tus manos en mi cabeza, acaricias mis orejas y notas la cortada, suspiras mientras sigo deleitándome de ti, besando, saboreando y disfrutando una vez más ese almíbar delicioso, esas caricias y tu cuerpo arqueándose, me descubro añorando entre tus muslos esa sonrisa repleta de miles de sonrisas.

viernes, 9 de enero de 2009

Escapes X

Recorrí, no sé,tal vez unas quince o dieciséis cuadras a pie, sin ponerme a pensar en lo que sucedía a mi alrededor.
Ella nunca había llorado delante de mi, jamás me había implorado como lo hizo hoy.
Me rogó por su vida, porque dejara al bebé en su cuna y no lo arrojara por la ventana como amenacé en hacerlo, lo coloqué en la cama junto a ella, pero saqué el cutter y amenacé nuevamente, ahora con cortarme las venas delante de ella.
Abrazó al bebé y dejó de llorar, como esperando el momento en que cumpliría mi amenaza, pero yo fui más inteligente, la tomé por el cabello y le corté el cuello.
El bebé a punto de ahogarse por la sangre ella, los chillidos y gritos que ya no salían por su boca, si no por su garganta abierta.
Ya caminé otras seis cuadras y ni un maldito policía, y nadie se da cuenta o fingen no notarme, empapado en sangre, llorando y cargando a un bebé que también llora, mientras la sangre se seca en su rostro.