Conocí el sexo de manera accidental, inocente, sin mayores explicaciones, las cuales no tuve hasta la secundaria. Para nosotros era un juego divertido y también prohibido.
Jugábamos a "la casita" y "al Doctor", nos hacíamos cosquillas hasta desfallecer y dormíamos, a escondidas, en la misma cama. Rozamos y descubrimos juntos nuestros cuerpos, platicábamos sobre Parchis, Katy la oruga y el Atari, pero también de los juegos que jugaríamos el día de mañana.
Recuerdo esas primeras erecciones, quedando mi miembro como un pequeño guerrero listo a enfrentar dragones, también recuerdo esas primeras humedades que te recorrían la entrepierna cuando jugábamos al bote pateado y decidíamos escondernos juntos sin ganas de que nos encontraran.
Hoy mi mente trata de viajar y recordar si en alguna de esas tardes, mientras veíamos al Tío Gamboín en el cinco, fui yo o fuiste tu quien se robó ese primer beso, un beso de primos, un beso de iguales.
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