En los últimos meses nos hemos estado preparando, mi pareja y yo, para lo que a todas luces será el fin del mundo. Confiamos en la certeza de los medios de comunicación, en todas las entrevistas a conocedores, místicos, chamanes y estudiosos de los fenómenos paranormales, en la palabra de científicos que han desmenuzado las razones y motivos del calentamiento global y el cambio de frecuencia a 18 Mhz.
Contamos con una excelente despensa con lo más necesario por si se colapsa el mundo, al menos tenemos la firme esperanza de ser unos de los pocos sobrevivientes.
No es ser paranóicos ni nada por el estilo, pero ya tomamos un par de cursos de primeros auxilios, de defensa personal y compramos un manual de supervivencia que te explica paso a paso cómo purificar agua y colocar trampas de caza.
Ahora nuestro departamento parece una bodega, en medio de cajas de alimentos enlatados, garrafones de agua, kits de medicamentos, municiones, una pila enorme de libros de diversos temas, sodokus y revistas de pasatiempos, hemos decidido atrincherarnos hasta que todo haya pasado.
Los vecinos nos ven como si estuviéramos locos, desde hace meses comenzamos a utilizar ropa en tonos café y verde, una que otra con estampado de camuflaje, ya no recibimos visitas y hemos dejado de hablar con todo el mundo.
Curiosamente hoy, venía empujando un pequeño generador de luz cuando el señor que vive en el departamento número tres me comenzó a preguntar si se trataba de un asador. En un principio no quise responder pero el señor del tres siempre ha sido muy amable, así que le comenté que se trataba de un generador a diesel. Sin extrañarse demasiado continuó su plática, diciéndome que le parecía un poco extraño que ya no habláramos con nadie y que cada día nos enclaustráramos más. Le respondí que ya no era tan importante el relacionarnos, que finalmente nos estábamos preparando para lo inevitable. El señor del tres muy amablemente me sonrió y me dijo que él había sobrevivido a cinco cataclismos, en 1968, en 1971, en 1984, 1985 y 2000 y que este 2012 también sobreviviría; el ser humano, continuó, tiene esa capacidad y que siempre te enteras en las distintas formas en que el mundo se ha acabado hasta que la Historia te lo hace ver.
Me quedé de una pieza, me puse a pensar en todo el dinero que ya habíamos gastado, en el dinero que habíamos cargado a la tarjeta de crédito la cual estaba un poco más que sobregirada y que a mi ni siquiera me gustan los duraznos en almíbar, de los cuales teníamos cinco cajas en la alacena.
Llegué a nuestro departamento, observé la gran cantidad de cajas, la ropa ordenada, los dos rifles, la jaula con los conejos, y me di cuenta que desde hace más de tres meses no había manera de que el sol entrara por ninguna de las ventanas, las cuales estaban tapadas por cajas y cajas de cosas. Antes de que llegara mi pareja comencé a quitar las cajas de las ventanas, el sol comenzó a inundar con su luz la estancia, las recámaras, caí en cuenta que llevamos meses en la oscuridad y que era momento de armar un plan B, al final de cuentas acabo de comprender que es más difícil prepararse para vivir que para sobrevivir.
1 comentario:
Me encantó!! Bién dicem. "No es miedo a que se acabe el mundo, es miedo a que el mundo continúe igual". Besos
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