Trata de hacer ese momento el más sensual de su vida. Acomodó velas, inciensos, colocó sedas y mantillas sobre la cama, puso la música más romántica que, a su gusto, quedaría de maravilla en ese ambiente cargado de tensión sexual.
Se enfundó en el body color carmín, se soltó el cabello y se encaramó en unos bellísimos tacones de aguja de 10 centímetros, los cuales le quedaban medio número más chicos.
Ella completamente expectante, terminó de acomodar el platón lleno de fresas con azucar. Finalmente descorchó el vino blanco colocándolo en una cubeta roja de plástico la cual forró con papel aluminio.
El disco se repitió tres veces, las velas se consumieron casi en su totalidad, el pequeño departamento se llenó de humos aromáticos y las fresas se convirtieron en un rojo almibar; el vino se entibió.
Con los piés doliéndole, ella se sentó en la cama resbalando ligeramente con las sedas, se quitó los tacones, se sobó los pies hinchados, se puso un sweter gris de lana sobre los hombros y comenzó a llorar. Envejeció 10 años en una noche. Él simplemente jamás llegó, tampoco, nunca más regresó.
2 comentarios:
Me encantó. Lo sentí autobiográfico.
Es lo que pasa por esperar pendejos.
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