Las calles repletas de coches, gente, de pequeños perros, osos, leones, flores andantes, frutas y hadas; los gritos de los padres al saludar a los hijos detrás de la cámara de un teléfono celular, el cielo azul, intenso despejado.
La primavera regresa nuevamente, el culto a la fecundidad que durante tantos siglos quedó prohibido, pero que en la parte más profunda del subconsciente aflora en esta época de calor, de aromas y colores.
El desfile de pequeños animales disfrazados de otros animales anima a un Dios que en varios arranques de aburrimiento ha acabado con todo lo que conocemos. sin embargo, aprovechando nuestra poca memoria y el hecho de haber sido destruídos, nos rehace una vez más en otro arranque de aburrimiento.
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