Luis se embarcó dos días después; Yosune acudió al puerto de la Ciudad para despedirse de él, sin embargo el buque ya se hacía a la mar. Desconsolada la jovencita murmuraba entre lágrimas juramentos amor incondicional y un pronto retorno.
La nave se fue alejando adentrándose en el Mediterráneo; Yosune agitando su mano y el viento agitando su largo cabello, hasta que el navío lleno de su amor, se perdió en lontananza.
Pasaron tres semanas, aunque las llamadas fueron frecuentes, también eran muy cortas, las palabras se atropellaban, las carantoñas audibles a cientos de kilómetros de distancia, los "os amo" y "muero por veros" se sucedían sin tregua. Los suspiros al terminar la llamada y las irreprimibles lágrimas de Yosune.
Un día jueves llegó carta de Luis, con el sello del Rey Juan Carlos cancelado en Barcelona.
Yosune no esperó a entrar y aspiró el aroma del sobre, definitivamente Luis había colocado unas gotas de su loción en el papel y eso le produjo un escalofrío seguido por una sueve excitación.
Leyó la carta hasta aprenderla de memoria, Luis le daba los pormenores de su llegada, se quejaba del Capitán Montes y alababa a sus nuevos compañeros y el reencuentro de alguno que otro camarada de la Academia Militar. También le contaba sus sueños, y los sueños que compartía con ella, y los sueños en los que ella era la protagonista y aquellos otros sueños que no sabía ques se encontraba soñando y despertaba con el aroma del cabello de Yosune en ese pequeño piso que alquilaba junto con dos oficiales más.
En la carta le mandaba besos y un afectuoso saludo a su suegro. Yosune miraba embobada la mala caligrafía de Luis, una instantánea de Luis uniformado frente a la entrada principal de la Inspección General del Ejército acompañado de dos oficiales, quienes, supuso ella, eran sus compañeros de piso; Luis era el más majo de los tres.
Fue la última carta de Luis.
Las llamadas fueron cada vez menos frecuentes y un día dejó de sonar el teléfono de Yosune.
Pasaron las navidades y el padre de Yosune se encontraba muy mal de salud, el dos de enero un infarto fulminante; las deudas y los acreedores, un Abogado más entrado a comerciante y ella desamparada, con 18 años recién cumplidos y recibiendo por herencia solamente tres mil Euros y cuatro millones de Dirhams marroquies que no podría sacar del Reino.
No podía esperar, tomó unas cuantas mudas de ropa y pasó a Melilla, abandonó Beni-Ensar, abandonó la tumba tibia de su padre y abandonó su niñez en manos de tíos rapaces y abogados mercenarios.
Yosune tramitó su pasaporte español aprovechando el lazo de sangre de su finada madre, la mayoría de las autoridades de Melilla la coocían gracias a su padre y las puertas se le abrieron con relativa facilidad apesadumbrados por la inesperada defunción del mismo: Pensando en cómo un muerto abría tantas puertas y un vivo, Luis, no la había llamado en meses, se embarcó para buscarle la cara.
2 comentarios:
A menudo la realidad aplasta, fuerte desiciòn ir a buscarlo,¡me dejas impaciente y con ganas de màs lobito!
Besos
Gracias por complacer mi hambre de relatos y más aún dejarme saber que ya podía leerte... mmm aunque es la continuación del anterior y se complementa bien, algo falta mi lobito...
Besos muchos...
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