jueves, 5 de febrero de 2009

Katrina

El diáfano velo se deslizaba por el brazo de la bailarina, roza su vientre firme, sube entre los senos apenas contenidos por el sostén cubierto de diamantes, las monedas y la pedrería de su caderín acompañaba el rítmico palpitar de los derbakes y la thabla.
Sus pies flotan sobre las alfombras y roza suavemente el contorno de los cojines que adornan la tienda del Sultán.
Ella, Katrina, es la favorita, su cuerpo celosamente guardado por media docena de eunucos etiopes, ni siquiera el propio Sultán tenía el valor de tocar esa piel, pero se dejaba embotar todos los demás sentidos por ella. aspiraba el delicado perfume que emanaba del cuerpo, los movimientos sinuosos y sensuales, los jadeos disimulados detrás de los velos, las gotas de sudor que ella vierte sobre la lengua de su amo. Ella, conocedora de su belleza aceptó todos los obsequios del Sultán, pero su regalo favorito era observar el rostro enrojecido de su amo cuando ella bailaba. El cuerpo era joya y escaparate al mismo tiempo, sus dedos y ortejos adornados con delicadas filigranas de oro, una cadena del dorado metal pendía de su nariz a la oreja enmarcando los profundos ojos resaltados por el kajal.
El humo aromático emanado del arguile, intenta burdamente imitar los suaves movimientos de Katrina, mientras baila para su amo y señor.
Desde el amanecer hasta la llegada de las estrellas Katrina baila, poseída de deseo, esperando que al finalizar su danza su amo la convierta en su esposa.
Se sabe deseada, apreciada por uno de los hombres más poderosos del mundo, gira su cuerpo, se estremece, se mueve como el viento mismo sobre las dunas, el movimiento de su largo cabello recrea la tormenta de arena. Cae en éxtasis, su cuerpo se convirte en halcón y se eleva al cielo, sólo para caer en picada y convertirla en serpiente, torciendo su piel, sonriendo detrás del velo que cubre su rostro.
Excitada Katrina se deja caer a los pies de su amo, él la mira satisfecho, pero no se atreve a tocarla, los ojos de ella piden descanso, desean recorrer y satisfacer todos los deseos de su amo, pero el Sultán aplaude nuevamente y los músicos comienzan una nueva melodía.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lobito.......eres lo máximo!!! Me encantó el cuento. Cerré los ojos e imaginé a Katrina con el Sultán...........Gracias, veo que te inspiraste!!
Un beso desde Quito,
Paola K.