Nada como contemplar ese atardecer de tantos y tan diversos colores, desde el azul y el lavanda hasta el naranja y el rojo, las montañas a lo lejos, algunas golondrinas volando en hermosas maniobras buscando sus nidos para pasar la noche, las pocas nubes se tiñen con colores irreales, y una paz se siente en lo más profundo del corazón.
Rigoberto observa extasiado ese atardecer, lleva manejando más de una hora por esa carretera de terracería, se acerca a un barranco y estaciona el Grand Marquis negro, sale del vehículo y suspira emocionado, arroja la colilla y la pisa con su bota de piel de mantarraya, observa los tonos pastel y el brillo del primer lucero.
Una lágrima escapa y recorre la piel morena y curtida por el sol, la lágrima se detiene en el negro y despeinado bigote. su piel se enchina y Rigoberto vuelve a suspirar, recuerda a alguien quien ya no está a su lado, un nudo en la garganta amenaza con reventar.
La visión del sol poniendose, dejando paso a una noche que se perfila tímida y púrpura plagada de estrellas. Se seca la lágrima de un manotazo y se alcanza a rasguñar con el seguro de la esclava de oro.
Toma aire y sonríe, va hacia la cajuela y la abre despacio, unos ojos asustados se clavan en él, la sonrisa desaparece de los labios de Rigoberto. El sicario lo saca de un jalón de la cajuela y lo coloca a la altura de sus ojos, carraspea un poco para eliminar el temblor de su voz y desatar el nudo que llenaba su garganta.
-- Órale cabrón, estás de suerte, mira que no me gustaría echar a perder un atardecer tan bonito, así que nomás esperamos la noche y arreglo tu asuntito.
3 comentarios:
Ufa!!! yo pensé que tan bello paisaje lo habia sensibilizado...
tus relatos me mantienen pegada al monitor hasta finalizar, pues cada final sorprende...
Saludos.
Y lo hizo Shadow, lo hizo, lamentablemente el trabajo es el trabajo. Besos y aullidos para ti
Paso a dejarte un abrazo, Lobo, espero que la estés pasando bien.
Tu blog me ha gustado más... lo has cambiado, creo...
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